Sí, es triste, pero es una realidad que los hechos confirman y que está ligada a la condición sensorial y sensible de los seres humanos: un árbol que cae hace más ruido que el silencioso crecimiento de todo el bosque. Si a esto le sumamos la sabiduría del proverbio «Del árbol caído todos hacen leña», y encima le añadimos el ingrediente mediático, cuya enorme capacidad de difundir y martillear en el mismo clavo no tiene límites, entonces estamos apañados: de ese árbol caído no va a quedar ni una astilla. El metafórico árbol que tengo en mente no es otro que el ex presidente de la Federación Española de Fútbol (omito su nombre). La prensa nacional e internacional, al menos la deportiva, ya se ha ocupado de él abundantemente. Al final fue cesado de su cargo (y su sueldo, espero). Los motivos son de sobra conocidos y huele a que esa fue la gota que colmó el vaso.

El daño preocupante que ha causado este asunto (dejemos las implicaciones institucionales y políticas) es sobre todo el descrédito, nacional e internacional, que causa al deporte español, consecuencia precisamente de la enorme capacidad difusora de los medios de comunicación. Por eso he tratado de «buscarme consuelo» mirando los resultados de nuestros atletas y deportistas durante este verano, periodo en el que se han llevado a cabo una quincena de eventos deportivos mundiales. Y creo que lo he logrado: 74 medallas en dos meses no son pocas. Menos mal: ¡el deporte español está vivo!

En los mundiales de natación de Fukuoka, en Japón (14-30 de julio), que agrupaba competiciones de natación, natación artística, natación en aguas abiertas, saltos y waterpolo, 9 medallas (3 oros) entre la natación artística y el waterpolo; los nadadores entraron en diez de las once finales y subieron al podio en siete. Nada mal. Luego (20 de julio-30 de agosto) el mundial de fútbol femenino, donde las «guerreras» hicieron historia proclamándose campeonas. Del 31 de julio al 6 de agosto, en Manchester (Inglaterra) tuvo lugar el mundial de natación adaptada (paralímpica), donde los españoles se alzaron con 28 medallas (6 oros). Ya en agosto, del 3 al 13, en Glasgow (Escocia), los mundiales de ciclismo, incluidas disciplinas paralímpicas, donde se conquistaron 13 medallas (3 oros) ocupando el 6º puesto del medallero. Del 10 al 20 el mundial de vela en La Haya (Países Bajos), una plata y un bronce.

Hasta aquí, 53 medallas. Sigamos. Del 19 al 27 de agosto fue el mundial de atletismo en Budapest (Hungría), un espectáculo tan mediático como el fútbol o el baloncesto en el que los atletas estadounidenses suelen ser primeros en el medallero; y así fue de nuevo con sus 29 metales. Ahora bien, la suma de todas las conquistas europeas sube a 35 medallas, de las cuales 5 fueron españolas (4 oros y 1 plata), lo cual situó a España en el tercer puesto del medallero, detrás de Estados Unidos y Canadá. También esto fue histórico. Además,  los 4 oros fueron de solo dos atletas espectaculares, María Pérez y Álvaro Martín. Ambos ganaron las pruebas de 20 km y 35 km marcha. ¡Bien por ellos! Nunca antes España se había llevado cuatro oros en un mundial de atletismo.

Estamos a finales de agosto. El mundial de gimnasia rítmica, del 21 al 27 de agosto en Valencia, deja una plata y un bronce; y en las mismas fechas en el mundial de bádminton de Copenhague (Dinamarca) Carolina Marín se cuelga la plata. Faltan 13 medallas para las 74, y llegan en Duisburgo (Alemania) con el mundial de piragüismo: 3 oros, 5 platas y 5 bronces, situándose España en el segundo puesto del medallero, detrás de Alemania, por solo un bronce de diferencia. Si esta bonita colección de metales… ¡Qué digo! Si el esfuerzo de estos campeones no ocupa más minutos y más páginas en los informativos, es por falta de sensibilidad: somos incapaces de oír a quien crece en silencio. 

¡Ay!, que me olvidaba del tenista Carlos Alcaraz. También él ganó en Wimbledon en julio y fue finalista en Cincinnati en agosto.