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La fe, un fuego que crece

Igino Giordani

Dios hace que crezca, pero ¡qué alegría ser sus colaboradores!
La fe es un fuego que aumenta en la medida en que prende en más almas. Quienes lo cercan en sí mismos, corren el riesgo de sofocarlo por la falta del oxígeno de la caridad, esa virtud expansiva y no egocéntrica. No está todo hecho cuando uno ya tiene la fe; en ese momento empieza el deber de dársela a los demás. La religión nace en la conciencia, pero no muere ahí. Nace y se extiende afuera. Guardársela para uno mismo, como en un cofre, significa comprimir en él la inmensidad de Dios y del amor, es decir, llevar a cabo una operación de deformación y limitación. Y la consecuencia es que se desarrolla un pequeño culto a nuestra medida, celoso del culto de los demás; un intento sectario de secuestrar a la divinidad para nuestro uso personal. Mi Jesús sustituye a nuestro Jesús: la catolicidad se encoge hasta la muerte, la fraternidad se vivisecciona. Sin darnos cuenta, nos convertimos en acatólicos al adoptar en la práctica el principio de cada uno para sí mismo y Dios para todos, de manera que se resquebraja la solidaridad del Cuerpo místico. En la Iglesia somos solidarios; de ahí el deber del apostolado, que luego se traduce en almas que se asocian, en la realización de la universalidad cristiana. Naturalmente, el apostolado de los hombres se asemeja a la acción de quien riega un jardín: quien hace que las flores y los frutos crezcan es Dios. ¡Pero qué alegría ser sus colaboradores! Él manda y nosotros nos ponemos en camino. Habrá quienes recorran miles de kilómetros mientras que otros andarán la distancia que recorre un tranvía, pero hay trabajo para todos; lo importante es poner en circulación los valores cristianos y no esconderlos como dinero improductivo en las entrañas de un colchón. En resumen, de átomos errantes todos los cristianos se reúnen en Iglesia, convertidos en pueblo santo, sacerdotal. Ahora bien, la propagación de la buena nueva también es tarea sacerdotal; soberbia tarea que les hace entrar en comunión con Cristo docente y partícipes del Reino. (Tomado de Segno di contradizione, Ed. Città Nuova, Roma. Traducción de Eduardo Ortubia)



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