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Correspondencia



Noticias positivas / Otra de premios
Noticias positivas Creo que merece la pena difundir esto. Existe un premio, el Premio Ambiental Goldman, algo así como el Nobel de Ecología, creado en 1990 por los estadounidenses Richard N. Goldman y su esposa, Rhoda H. Goldman, que tiene una sustanciosa dotación y se concede cada año a varias personas. Lo han recibido destacados defensores del medioambiente de distintos países, entre los cuales se encuentra Pedro Arroyo Agudo, un profesor de la Universidad de Zaragoza, galardonado en 2003 por sus propuestas alternativas al Plan Hidrológico Nacional. Pero lo que me ha llamado la atención es la labor del mejicano Jesús León Santos, que figura entre los galardonados de 2008. Se trata de un campesino de cuarenta y tantos años que lleva más de veinticinco realizando un excepcional trabajo de reforestación en la región de Oaxaca. Cuando tenía 18 años, decidió cambiar el paisaje donde vivía, porque aquello eran campos yermos y polvorientos, sin árboles, ni agua. Casi todos los jóvenes emigraban, huyendo de semejante páramo. Junto con otros comuneros del lugar, Jesús León decidió resucitar técnicas agrícolas precolombinas que había aprendido de unos indígenas guatemaltecos. Reunió a un buen grupo de familias, creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca y con recursos económicos limitados acometieron la gran batalla contra la erosión. Pusieron en marcha un sencillo programa de reforestación: con pico y pala cavaron zanjas para retener el agua de la escasa lluvia, plantaron barreras de árboles para impedir que la tierra fértil fuera arrastrada y con un esfuerzo titánico han llegado a plantar unos cuatro millones de árboles de especies nativas. Además, desarrollaron una agricultura sostenible y orgánica, sin pesticidas, gracias a la conservación de las semillas nativas de maíz, cereal originario de esta región. Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido: hoy la Mixteca ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales, hay árboles y alimentos y la gente ya no emigra. El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidades, que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente plantaciones masivas. En fin, que en un mundo donde lo negativo suele acaparar los titulares, esta historia ejemplar no debe pasar desapercibida. Torcuato Bringas Otra de premios Seguro que los lectores de Ciudad Nueva tienen noción del Premio Templeton, que desde 1973 se viene otorgando a una persona viva que haya dado una aportación excepcional a la dimensión espiritual de la vida, ya sea mediante sus ideas, sus descubrimientos o alguna acción concreta. Entre los galardonados recientes figura Charles H. Townes, profesor de la Universidad de California, que fue Nobel de Física de 1964, y George F. R. Ellis, de la Universidad de Ciudad del Cabo, un cosmólogo que defiende el equilibrio entre la racionalidad de la ciencia y el efecto causal de la estética, la ética y la metafísica. Otro premiados relevantes han sido la Madre Teresa de Calcuta, la primera, el escritor Aleksandr Solzhenitsyn y la misma Chiara Lubich. El último premiado ha sido el biólogo de origen español Francisco José Ayala (Madrid, 1934) afincado en Estados Unidos. Ayala es miembro de numerosas sociedades científicas y por su autoridad en la materia se ha visto testificando en juicios donde se decidía si se estaba enseñando creacionismo en las aulas. «Ciencia y religión no están reñidas», dice este sabio que fue dominico en su juventud y que ha estudiado teología y genética. A partir de sus experimentos, llega a la conclusión de que la evolución biológica ha provocado numerosas imperfecciones en el mundo. Dios pudo haberlo creado, pero el actual estado del mundo no es cosa suya, sino de la evolución. Un asunto que fascina a este científico es el de la crueldad, incompatible con la idea de un Dios que lo controla todo. Después de estudiar durante años la malaria, enfermedad letal que transmite un pequeño mosquito y mata cada año a un millón y medio de niños, concluye que ese mosquito y Dios son difíciles de conciliar. Del mismo modo, la cruenta búsqueda de placer no puede ser obra del Dios de la Biblia. Por eso, «echarle la culpa a Dios no es justo». F. Rico



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