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MEDICINA

Dra. María Alonso Ovies

La cocaína
En la última década ha aumentado significativamente el número de consumidores y adictos a esta droga. Su consumo empieza a edades muy tempranas, junto con otras sustancias (cannabis, drogas de síntesis y alcohol) y forma parte de una cultura de ocio y diversión que “facilita” la participación e integración social. La cocaína es un alcaloide de acción anestésica en el sistema nervioso periférico y estimulante del sistema nervioso central. Se obtiene de la planta erythroxylon coca, originaria de Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador. Del tratamiento de sus hojas desecadas con gasolina o queroseno, bases alcalinas, permanganato potásico y ácido sulfúrico se obtiene la “pasta de coca”, a partir de la cual se refinan y preparan las distintas presentaciones de cocaína que hay en el mercado: “suko”, “baserolo”, “suzuki”, “nieve”, “coca”, “farlopa”, “crack”. La cocaína se consume preferentemente por vía oral (hojas frescas mascadas), vía nasal (inhalación de “líneas” o “rayas” de clorhidrato de cocaína pulverizada), fumada (pasta de coca) o de forma intravenosa (clorhidrato disuelto en agua mediante calentamiento). La mezcla de heroína y cocaína en presentación intravenosa se llama “speed ball” (pelotazo). Esta droga produce tres tipos de trastornos. La intoxicación se manifiesta como un cuadro de aumento del tono vital y del rendimiento intelectual y físico, excitación, intranquilidad, incoherencia del lenguaje, taquicardia, dilatación de pupilas, hipertensión arterial, náuseas, temblor, sudoración, aumento de la temperatura, arritmias cardiacas y movimientos musculares. Los efectos más graves se producen por consumo prolongado de cantidades importantes y puede aparecer colapso, convulsiones, coma, parada respiratoria y muerte. El efecto psicológico más claro es la euforia. El abuso implica consumir cantidades menores que en la dependencia y sin su regularidad pero con consecuencias adversas: abandono de las obligaciones laborales y familiares, consumo en situaciones de riesgo o que conllevan problemas legales, interpersonales o sociales. En la dependencia, entre otras cosas, se produce pérdida de control sobre el consumo y aparecen conductas de riesgo y autodestrucción que dan lugar a graves complicaciones médicas, económicas, familiares, laborales y sociales. El adicto niega la enfermedad y sobrestima su capacidad para reducir o abstenerse del consumo. También aparecen trastornos cognitivos y psicosis (ideas delirantes de persecución, prejuicio y celos, conducta agresiva, ilusiones y alucinaciones auditivas, visuales o táctiles), trastornos de la alimentación (disminución del apetito) y del sueño (insomnio). Entre las complicaciones médicas más graves aparecen convulsiones, infartos y hemorragias cerebrales, arritmias cardiacas e infarto agudo de miocardio. Tras un consumo inicial de cocaína, muchas personas se detienen porque los efectos estimulantes les producen ansiedad, o porque no disponen de más droga, o por temor a perder el control o a las posibles consecuencias. Sin embargo, otras se convierten en consumidoras regulares y experimentan que dosis mayores o repetidas de cocaína incrementan y prolongan la euforia. Algunos consumidores regulares llegan al consumo compulsivo a pesar de las consecuencias adversas más o menos graves. Y para un porcentaje menor de consumidores crónicos, la cocaína llega a ser la motivación que subordina cualquier otra actividad, con todo lo que ello conlleva. Los pacientes dependientes llevan a cabo episodios de consumo incoercible, que oscilan entre 8-12 horas y varios días, durante los cuales experimentan una euforia-disforia extrema. Cuando consumen, se entregan a ello casi en exclusiva, desatienden sus responsabilidades y no satisfacen sus necesidades elementales, como dormir o alimentarse, hasta que la falta de cocaína, el agotamiento extremo o algo ajeno detiene el consumo. El tratamiento de la adicción ha de realizarse en centros y por profesionales específicos tras una evaluación del caso y sus complicaciones. Como en casi todas las adicciones, las personas que abusan de la cocaína necesitan un tratamiento que puede prolongarse varios años, aun cuando el riesgo de recaída es bajo. Estamos ante una droga mucho más “limpia” que la heroína, que no se asocia tan claramente a situaciones de marginación y que circula con facilidad entre la juventud, añadiendo excitación y euforia a sus relaciones. Existe una baja percepción del riesgo que supone su consumo, a pesar de ser una clara amenaza para la salud del individuo y de la sociedad.



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