El éxito de las consultas en las Iglesias locales pone en marcha una serie de asambleas continentales. El diálogo continúa.

 

El proceso sinodal al que el papa Francisco ha convocado al Pueblo de Dio da un paso hacia adelante. Se ha concluido la primera fase, en la que se ha llevado a cabo la consulta en las Iglesias locales, y se ha inaugurado la segunda fase, que se prolongará hasta el verano. La Secretaría del Sínodo, a Roma, ha preparado una síntesis de los informes enviados por 112 de las 114 Conferencias Episcopales, un resultado inesperado. 

Más allá de la previsible cautela, cuando no escepticismo, con que inicialmente se puso en marcha el proceso, los informes dan cuenta de lo positiva que ha sido la experiencia, e incluso del entusiasmo, con ganas de seguir caminando. Y justo esto es lo que el proceso sinodal pretende activar. 

El resultado de la consulta ha sido remitido a las Iglesias locales, invitadas ahora a verificar si se reconocen en él y cuánto se reconocen, dialogando así con las demás Iglesias locales repartidas por todo el mundo. Sus consideraciones confluirán en una serie de asambleas en las que se reunirán los representantes del Pueblo de Dios y los obispos. Serán siete asambleas continentales, ya que en las Américas habrás dos, una en el norte y otra en el sur, y también habrá una asamblea de las Iglesias católicas de rito oriental. Mas adelante, en el mes de octubre, tendrá lugar en Roma una primera asamblea sinodal a nivel universal.

De modo que seguimos en camino. Y mientras se camina se va precisando el método, los contornos y los objetivos del proceso. Así se muestra a todo el mundo que es un evento eclesial de singular envergadura, escuchando al Espíritu Santo, como no se cansa de repetir el papa Francisco, y con la participación que poco a poco se está ampliando e intensificando en el Pueblo de Dios. Es un diálogo abierto a todos: fieles de otras Iglesias, miembros de varias confesiones religiosas, buscadores de la verdad y constructores de justicia. La Iglesia, así, se ofrece como un ámbito de escucha y encuentro que no excluye a nadie.