El P. Tomáš Špidlík fue uno de esos sabios jesuitas (entre otros muchos) que la vida me regaló. Fui alumno suyo en el Instituto Oriental de Roma. Yo hacía mi primer curso de Teología Dogmática en la Universidad Gregoriana. Me aconsejó un amigo que no me perdiera su curso sobre Espiritualidad del Oriente Cristiano. Y allá que me fui. Suponía un sacrificio porque había que salir corriendo para llegar a tiempo a clase, especialmente los días de lluvia. Eran casi dos kilómetros y no podías fiarte de los autobuses romanos… Llegábamos sudando pero valía la pena. Aquello sí que era Scholè (escuela), que en griego significa ocio…
Aquella clases fueron un regalo pero más lo fueron los años posteriores. Con ocasión de dar a conocer en España la capilla Redemptoris Mater de Juan Pablo II, tomé contacto intenso con el P. Marko I. Rupnik y con él. En Roma me alojaba en el Centro Aletti, o al menos comía con ellos. Las comidas eran deliciosas. El P. Špidlík siempre tenía una palabra sabia, una palabra de humor: salud mental de un gran intelectual y sabio. Otros se las dan de intelectuales y no saben contar un chiste.
Después traduje o revisé casi todas sus obras al español. Miento: ya existía, pero agotada, la obra que publicó Ciudad nueva, Los místicos rusos, que para mi sonrojo me pidieron prologar en la segunda edición.
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