Pocas veces me he topado con un libro tan didáctico, divulgativo y sintético como este. Juan Vicente Boo, reconocido periodista con larga experiencia como corresponsal del ABC en Bruselas, Nueva York, Hong Kong y finalmente en el Vaticano (veintidós años) consigue ofrecer a cualquier lector una visión breve y clara sobre los entresijos de la Iglesia.
Para empezar, con una agudeza envidiable y un lenguaje muy asequible, el autor reconoce que «no es fácil aclararse», dada la complejidad de la institución y la «confusión provocada» porque «abundan los individuos “polisémicos”, alérgicos a las frases unívocas, sin que falten especies más peligrosas como los intoxicadores». Con este preámbulo de perspicacia gallega Boo (A Coruña, 1954) nos pone en guardia ante la facilidad con que algunos vaticanistas van a la caza de la noticia que mejor se pueda vender (normalmente los escándalos), olvidando que la Iglesia cuenta con muchos siglos de historia y cayendo en la trampa de un punto de vista erróneo. El símil que utiliza para ilustrar este riesgo es bastante ilustrativo: «es como intentar describir el amor familiar desde los artículos del código civil».
A partir de ahí Boo expone la importancia de saber distinguir entre Santa Sede y Estado Vaticano, «dos criaturas muy distintas y que responden a lógicas diferentes». Intuyo que no todos los católicos tienen clara esta distinción, lo cual es también motivo de confusión a la hora de digerir las noticias procedentes de uno u otro ámbito. Personalmente me ha sido de gran utilidad aprender a distinguirlo.
Una vez establecida esta distinción entramos a conocer las «doce columnas» sobre las que se asienta este «organismo religioso y jurídico a la vez, que gobierna la Iglesia universal». Vale la pena reproducir aquí el modo en que Boo nos abre las puertas del recorrido al que invita al lector: «De las doce columnas que se presentan a continuación, las ocho primeras forman parte de la Santa Sede, el organismo religioso. La novena es “mitad y mitad”: la Guardia Suiza depende de la Santa Sede y la Gendarmería forma parte del Estado Vaticano [omite mencionar la décima, que son las nunciaturas, si bien antes las ha presentado como dependientes de la Santa Sede]. La undécima, el Sínodo de Obispos, está fuera de ambos esquemas; como también, conceptualmente, la duodécima, la basílica y la plaza de San Pedro, que son el lugar de encuentro con el Pueblo de Dios».
