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Permanecer a la escucha

Chiara Lubich


«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7, 37) Umlazi: uno de los muchos suburbios de las grandes ciudades de Sudáfrica nacidas en la década de los cincuenta con población de color. En él viven unas 750.000 personas. Escasez de colegios, hospitales, viviendas dignas. Ni siquiera un campo para jugar al fútbol. El paro supera el 40%. La pobreza genera violencia, abuso y hay una gran difusión por contagio del sida. Muchos se sienten aislados, tienen miedo de hablar de sus sufrimientos, de sus mil problemas. “¿Qué hacer?”, se preguntaron los responsables de las distintas comunidades cristianas de Umlazi. Es preciso “romper el silencio”, se dijeron, y abrir con cada uno un diálogo en el que se escuche y se haga comunión de vida, para llevar juntos las dificultades. Comenzaron con los jóvenes, estableciendo con ellos un diálogo constructivo y entablando con ellos un diálogo cada vez más profundo. Fortalecidos con esta experiencia, los cristianos de Umlazi, para la “Semana de oración por la unidad” de los cristianos, que durante este mes se celebra en muchos lugares del mundo, propusieron el versículo del Evangelio de donde está sacada la Palabra de vida. Tanto la búsqueda de la unidad entre los cristianos como la respuesta cristiana al dolor humano son intenciones presentes en la “Semana”, según el comentario publicado en la Guía de la “Semana de oración por la unidad de los cristianos” 2007. Yendo Jesús de viaje, le acercan un sordomudo y Él lo cura pronunciando la palabra “effetá”, es decir, “ábrete”. La gente al ver esto expresa su sorpresa y alegría y exclama: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» Los milagros de Jesús son expresión de su amor para cuantos se encuentra en su camino. Son al mismo tiempo “signos” del mundo nuevo que ha venido a instaurar. La curación del sordomudo es signo de que Jesús ha venido a darnos una capacidad nueva de entender y de hablar. “Effetá” también ha sido la palabra que nos dijo a nosotros en el momento de nuestro bautismo. “Effetá”: y Él nos abre a la escucha de la Palabra de Dios para que la dejemos penetrar en nosotros. “Effetá” es su invitación a abrirnos a la escucha de todos aquellos con quienes se ha identificado: cada persona, en especial los pequeños, los pobres, los necesitados, estableciendo con todos un diálogo de amor que llega hasta compartir la propia experiencia evangélica. Agradecidos a Jesús por todo lo que sigue obrando en nosotros, proclamemos, como lo hizo la muchedumbre en su momento: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» ¿Cómo vivir esta Palabra de vida? Rompiendo nuestra “sordera” y haciendo callar los ruidos que, dentro y fuera de nosotros, nos impiden escuchar la voz de Dios, la de nuestra conciencia y la de nuestros hermanos y hermanas. De muchas partes nos llega con frecuencia una petición de ayuda, a veces silenciosa: un niño que solicita atención, un matrimonio en dificultad, un enfermo, un anciano, un preso... que necesitan ser atendidos. Nos llega el grito de los ciudadanos que piden una ciudad donde se viva mejor, de obreros que piden más justicia, de pueblos enteros a quienes se les niega su existencia… Muchas veces distraídos por mil intereses y alicientes el oído de nuestro corazón no está atento a cuantos nos rodean. O también, replegados sobre nuestras necesidades, puede sucedernos que finjamos no oír. La Palabra de vida nos pide “escuchar” para llevar juntos las preocupaciones y las dificultades de los demás, así como compartir las alegrías y expectativas con una solidaridad renovada. Nos invita a no ser “mudos”, sino a tener el valor de hablar: para compartir las experiencias y convicciones más profundas; para intervenir en defensa de quien no tiene voz; para ayudar a la reconciliación; para proponer ideas, soluciones, estrategias nuevas … Y cuando nos embargue la sensación de no estar a la altura de las situaciones, una certeza nos sostendrá: Jesús, que nos ha abierto los oídos y la boca: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» Es la experiencia de Lucy Shara, de Sudáfrica, quien, trasladada con su familia a Durban, se encontró ante el reto de afrontar una gran ciudad y en ella comenzar un trabajo nuevo, de responsabilidad. Eran los años del “appartheid” y no era normal que una mujer africana asumiese cargos de dirección. Un día se dio cuenta de que entre los obreros se estaba propagando un tipo de asma agudo, como consecuencia de las malas condiciones de vida laboral. Muchos de ellos desaparecían de un modo imprevisto o se ausentaban del trabajo durante varios meses. Habló con el subdirector proponiéndole una solución: instalar una maquinaria adecuada para depurar el ambiente. Supone un gran gasto y la empresa la rechaza. Lucy, que ya hacía tiempo que trataba de vivir la Palabra de vida, encuentra en ésta la fuerza y la luz. Dentro de sí siente como un fuego que le infunde valor, que la mantiene tranquila ante todos los intentos y la pone en sincera escucha de las opiniones expresadas por la dirección. “Llegó un momento –cuenta ella– que de mi boca brotaron las palabras justas para defender a quienes no tenían voz. Logré hacer comprender cómo el elevado coste inicial se podía amortizar al mejorar las condiciones de salud de los obreros, que ya no se verían obligados a ausentarse por enfermedad”. Sus palabras convencieron. Se instaló la depuradora, el asma descendió del 12 al 2 % al mismo tiempo que disminuyó el absentismo. La dirección se lo agradece, e incluso le da un plus de sueldo. Entre los obreros se difunde la alegría y en la fábrica se respira un nuevo “ambiente”, ¡en todos los sentidos!



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