El Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER) avanza en su construcción. Hace un año, tras varios retrasos y sobrecostes, comenzó la fase de montaje. Asimismo, recientemente, nuevos materiales, desarrollos y estudios mejorarán los procesos de estabilización del combustible.
El ITER se está construyendo en Francia y, con un coste de unos 24.000 millones de euros, se convertirá en el quinto proyecto más costoso de la historia (por delante están el programa Apolo, la Estación Espacial Internacional o el proyecto Manhattan). Es un proyecto internacional en el que participan Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, India, Rusia y China.
ITER es un proyecto descomunal con un objetivo claro: obtener energía a partir de la unión de los átomos de hidrógeno (deuterio y tritio) en un proceso que se conoce como reacciones nucleares de fusión. La fusión nuclear, a diferencia de la fisión (que se da en las centrales nucleares actuales) no produce residuos radiactivos. El resultado de la fusión es el helio (un gas inerte), neutrones y… una inmensa cantidad de energía.
Sin embargo, obtener las condiciones de las estrellas en la Tierra no es fácil. En el Sol, con una masa inmensa, las reacciones de fusión se producen en su núcleo a una temperatura de unos 16 millones de grados. Las reacciones de fusión en el ITER requieren temperaturas de unos 150 millones de grados, mucho más altas que en el Sol. ¿Cómo aislar un combustible (los átomos de hidrógeno) a una temperatura tal que ningún material puede soportar? Aquí entra en juego el elemento principal del ITER, un cilindro, de 23.000 toneladas, donde unos potentísimos campos magnéticos confinan los átomos ionizados (plasma) que se van a fusionar. En la práctica, el plasma está “flotando” sin tocar las paredes de su alrededor. Por su parte, los imanes que controlan el plasma deben estar a 269º C bajo cero. Por lo tanto, el ITER albergará uno de los lugares más calientes y, a su vez, más fríos del universo.
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