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Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre

Clara Arahuetes

Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre. Hasta el 19 de mayo de 2019. CaixaForum Madrid (Paseo del Prado, 36).


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La Fundación La Caixa apuesta en su programación por el arte de los siglos XIX y XX, con el objetivo de divulgar una época clave para entender qué significa hoy el arte contemporáneo. En esta ocasión la exposición Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre aborda una época de innovación artística que va de 1880 a 1914, mostrando los principales aspectos que revolucionaron el arte francés.
 
Se exponen 339 obras entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas, diarios, carteles, fotografías y objetos de época  como un «teatro de sombras». Están representados más de veinte artistas, que sitúan la obra de Lautrec en el contexto del intercambio que se produjo entre ellos. Más allá de la inspiración y el talento individual, la exposición pone de manifiesto los valores colectivos de la cultura en el espacio público, en contacto con la gente, donde se unen pintura, música, teatro y poesía. Además subraya la influencia de las creaciones artísticas efímeras, como los grabados, carteles e ilustraciones para libros y revistas, que sirvieron a los artistas para ampliar su público y ganarse la vida lejos de los cauces tradicionales. Vemos así obras de Louis Anquetin, Pierre Bonnard, Vincent Van Gogh, Picasso, Georges Bottini, Henri Gabriel Ibels, Henri Riviere, Luis Valtat, Jules Cheret o Edouard Manet. 
El «espíritu de Montmartre» al que se refiere el título de la muestra fue un estado de ánimo vanguardista, que se concretaba en la radicalidad de estos creadores, en su forma de ver la vida, que iba en contra de lo establecido. Por ejemplo, no mostraban sus obras en los habituales lugares donde lo hacia el arte académico, sino  en cabarets, cafés-concierto, circos, teatros experimentales e incluso en la calle y en libros y revistas populares. Además utilizaban elementos innovadores como el humor, la ironía, la sátira, la parodia, la caricatura y los títeres como medios para criticar lo que les rodeaba. Su tema preferido era la propia vida moderna de Montmartre y los personajes más conocidos de la comunidad artística. Asimismo expresaban su independencia, su compromiso social y político y sus preferencias artísticas, utilizando los nuevos métodos de impresión fotomecánica, esenciales para la difusión de su arte al público.
 
Montmartre, situado a las afueras de París, era un lugar marginado hasta que empezó a atraer a jóvenes artistas de todas las disciplinas, desde las artes plásticas a actores, escritores, músicos y compositores. Este barrio parisino representaba la libertad frente a las normas establecidas, el triunfo de la creación y la vocación frente a las seguridades de la vida burguesa, la belleza del momento frente a los valores atemporales, pero muertos, de las academias.
 
La exposición se estructura en distintos ámbitos: París y Montmartre, El primer Le Chat Noir, El segundo Le Chat Noir, El arte periodístico y la vanguardia, Grabados y carteles originales, Cafés, Cafés-conciertos y Salas de baile, Teatros y espectáculos, El circo y La representación de la mujer.
 
Uno de los lugares donde se reunían era el célebre cabaret Le Chat Noir, fundado en 1881 por Rodolphe Salis. El emblemático letrero exterior de este local, un gato negro sobre una media luna, fue diseñado por Adolphe Willette. Este establecimiento se trasladó años después a la Rue Victor Massé, donde su aportación más significativa fue el «teatro de sombras», creado en 1886 por Henrí Riviere utilizando siluetas de placas de cinc y luces de colores. 
 
En las décadas de 1880 y 1890 la publicación de revistas como La Revue Blanche posibilitó la creación de un mercado de grabados y carteles originales realizados por artistas. El dibujo fue esencial en la nueva tecnología de impresión, dejó de ser un paso preparatorio para la pintura y se convirtió en un medio independiente que ponía de relieve la sencillez de los diseños lineales y planos. Los carteles, aunque efímeros y de carácter comercial, promocionaban entre el público los objetivos estéticos de sus autores.
 
Los cafés-concierto, los teatros y salas de baile también fueron muy importantes, destacando Le Moulin Rouge y Le Moulin de la Galette, ambos inmortalizados por distintos artistas, que también diseñaron los decorados y los programas del Théâtre Libre y el Theâtre de L’Oeuvre y además representaron escenas dedicadas al circo.
 
Por último los creadores de Montmartre interpretaron a la mujer con retratos realistas en interiores o en un paisaje, y en otros de manera idealizada y simbolista, pero siempre fueron en contra la definición académica de la belleza.




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