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Pasapalabra… ¿Qué palabra?

Manuel Morales, agustino

No hablamos del popular concurso de televisión, sino de una idea genial, con ese mismo título, que ya tiene historia.


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Chiara Lubich (1920-2008) y sus compañeras inician en los años 40 una aventura espiritual con un método sencillo. Habiendo descubierto el poder revolucionario del Evangelio, cada semana toman de él una frase y la aplican a las circunstancias cotidianas. Son Palabras «de vida», que cambian la vida.
 
Deciden luego acompañar esa «Palabra» con un comentario breve, que someten a la aprobación del obispo. «Se puede quedar uno analfabeto –piensan– por desconocer las letras del abecedario y unas pocas reglas gramaticales. Pues igualmente, un cristiano será incapaz de expresar a Jesús en este mundo si no escucha las Palabras de Dios y las pone en práctica. ¡Hay que aprender a vivirlas una por una!»1.
 
 

El pasapalabra

El 9 de diciembre de 2001 Chiara Lubich, además de la Palabra de vida mensual, propone un pensamiento para cada día. Con verdadera pasión quiere ayudar a vivir el momento presente. Es la «palabra cotidiana», el «pasapalabra». Ese pensamiento será «como vivir todos los puntos de la espiritualidad» de la unidad, encender el motor y mantenerlo en marcha; será un modo de vivir, distinto cada día, que ilumine y estimule a captar lo que Dios quiere de nosotros en cada momento. 
 
«Si continuamos viviendo así toda la vida –afirmaba Chiara–, habremos hecho todo lo que se requiere para un viaje verdaderamente santo». Y en septiembre de 2003 precisa lo siguiente: «¿Qué os parece si al pasapalabra le añadiéramos: “sobre todo en el contacto con los hermanos”?». Y es que la esencia de su ideal, la espiritualidad colectiva, es santificarse juntos.
 
 

Tomamos el testigo

Mª Pilar Marín, doctora en Filología Inglesa, afirma en un estudio lingüístico recién publicado que esta idea de Chiara Lubich es «casi un antecedente de Twitter (2006), de los SMS...»2. En Lingüística se llama paremia: «Enunciado breve, sentencioso, que transmite un mensaje instructivo que incita a la reflexión intelectual y moral»3. Brevedad y concisión, porque «en un mundo en el que la comunicación, los media, las noticias, las nuevas tecnologías son cada vez más veloces y breves, las personas disponen de poco tiempo, pero tienen una enorme necesidad de profundidad»4.
 
Al principio la transmisión del pasapalabra se hacía oralmente o por escrito; luego pasó al circuito de la comunicación digital y se difunde por todos los medios al alcance: Internet, correo electrónico, SMS, WhatsApp, Facebook, Twitter... 
 
Según Mª Pilar Marín, desde el punto de vista psicológico este invento nos sumerge en el presente y es terapéutico: «Viviendo en una sociedad que hace tan complicada y difícil la vida, pone nerviosos e inquietos, el pasapalabra puede hacer que hoy, este momento presente, perdure en la eternidad y nos devuelva valores tan necesarios como la paz y la serenidad». 
 
Los ecos de esta práctica siguen llegando cada día: «Es como la vitamina del Espíritu», «Lo primero que quiero saber por la mañana», «Nos ayuda a mantenernos a la altura»5.
 
Tras la muerte de Chiara Lubich, un grupo del Centro de los Focolares se encarga de confeccionar cada día el pasapalabra. Se inspira en la Palabra de vida del mes, en los momentos fuertes de la liturgia (Adviento, Cuaresma, Pascua...) y en eventos significativos de la Iglesia y del Movimiento.
 
 

El comentario añadido

Hace casi cincuenta años que quedé envuelto en la aventura espiritual de los Focolares. Viendo hoy que el pasapalabra se traduce a más de veinte lenguas y, según los lugares, se acompaña de breves comentarios, también yo me he lanzado a glosarlo. Veo la frase y me retiro en la oración. Ese sucinto enunciado encierra una intención y una carga que recuerdan la «chispa inspiradora» a la que se refirió Juan Pablo II: la radicalidad del amor. Por eso va bien para todos, de cualquier edad, lugar y creencia. 
 
Al elaborar el comentario, me llega enseguida un poco de esa luz a la mente y al corazón. Lo que escribió San Agustín es rigurosamente cierto: «En el hombre interior habita la verdad»6. Pienso en quienes esperan esa luz cada mañana en su WhatsApp. Parte el pasapalabra y su poder multiplicador es incalculable. De amigo a amigo, de grupo a grupo, de vecino a vecino ¡pasa la Palabra! Y conseguimos «hablar al oído» a cada persona, en medio de tantas otras voces. 
 
 
 

1 Chiara Lubich, La Palabra de Dios, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 2011, p.22.

2 Mª Pilar Marín, «La “forma breve” en Chiara Lubich: un año de pasapalabra» en Il dire è dare. La parola come dono e relazione nel pensiero di Chiara Lubich, AA.VV. Città Nuova Ed., Roma 2017, p. 140.

3 Ibid., p. 139.

4 Ibid., p. 139.

5 Ibid., p. 145.

6 San Agustín, De la verdadera religión 39,72.





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