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PSICOLOGÍA - Todo cambia

Pascual Ionata

Con gran turbación me doy cuenta de que las cosas cambian constantemente: los amigos, el trabajo, los hijos, la salud... ¿Por qué me dan tanto miedo los cambios?

S. C.


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Un joven psicólogo se encontró en cierta ocasión con una famosa psicoterapeuta. Hablando con ella, esta le preguntó cuál era, a su entender, el instinto más profundo de la naturaleza humana. El joven psicólogo, sin pensárselo mucho, respondió que era el instinto de conservación de la especie, el instinto de supervivencia, y por ende el instinto sexual.

 

La famosa psicoterapeuta meneó entonces la cabeza indicando con ello su desacuerdo y afirmó que el instinto humano más profundo es el apego a las cosas familiares, pues en el ser humano es muy fuerte el miedo a las novedades, a lo desconocido y a lo que uno no controla.

 

La buena noticia es que unos estudios neurocientíficos demuestran que la salud mental se mantiene más fácilmente si estamos expuestos continuamente a novedades. Por lo tanto, conviene preguntarse si de verdad tiene sentido temer a los cambios, pues nada puede suceder sin que se produzca una transformación.

 

Si nos fijamos bien en las condiciones de nuestro querido planeta, no podremos sino constatar que está cuajado de cambios: la alternancia de las estaciones, los cambios del clima, los cambios producidos por la erosión, etc. O sea, que lo más común en el universo son los cambios.

 

Pensemos en nosotros mismos. Si estuviésemos acampando en medio de la naturaleza, lejos de las comodidades de la ciudad, ¿podríamos acaso tomar un baño caliente si no transformamos la leña en calor? ¿Sería posible nutrirse si los alimentos no se transformaran una vez que los hemos ingerido, o si no cambiaran para poder ser asimilados por nuestro organismo? ¿Acaso hay, entre todas las cosas útiles, algo que pueda realizarse sin cambios?

Así pues, la transformación corporal que producen los años, los cambios en el ámbito laboral, la transformación de la familia misma cuando los hijos crecen o los abuelos mueren es necesaria. La transformación de uno mismo, al igual que todas las que hemos citado, es igualmente necesaria dentro de la transformación del universo.

 

Para concluir y para corroborar todo lo dicho hasta aquí, voy a violentar un poco la Física y en particular, la segunda ley de la termodinámica para decir que nada se crea ni se destruye, sino que todo se transforma. Aunque me gusta más Buda, el cual a menudo decía a sus discípulos: el cambio es lo único seguro que hay en la vida.                 





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