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Mira que si me enfado..

Sara Fornaro

La rabia, una emoción universal. Algunos consejos para manejarla bien.


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En los últimos tiempos la rabia, entendida como una de las emociones primarias

innata en todo ser humano y, por lo tanto, universales, se ha vuelto muy actual. En primer lugar porque gente «rabiosa», auténtica o fingida, hay hasta demasiada, ya sea en la tele, en las redes sociales o la misma calle. Y luego porque se hace cada vez más necesario hallar los modos más eficaces de manejarla con el fin de que sea menos explosiva.

En una sociedad como la nuestra, donde las personas estamos cada vez más conectadas, si bien muchas veces física y psicológicamente distantes, los malentendidos y las frustraciones pueden desembocar en potentes explosiones de ira. ¿Cómo manejarla? ¿Cómo “desactivarla”?

Dicen los psicólogos que cuando nos encolerizamos, todo el cuerpo se ve afectado. Aumenta el ritmo cardiaco, se agita la respiración y se siente un fuerte impulso de hacer algo para que baje la tensión. Pero suele ocurrir que ese algo acabe aumentado la rabia y con ello se cree un círculo vicioso. ¿Qué hacer? Pues se puede empezar poniéndole nombre al motivo de esa rabia, es decir, acostumbrarse a unir reflexión con emoción. Con el paso del tiempo nos iremos habituando a encontrar soluciones sin dañarnos a nosotros mismos ni a los demás.

 

La rabia en los niños

¿Cómo podemos ayudar a un niño enrabietado? De nuevo, los expertos nos dicen que lo primero es procurar que la criatura se calme, ayudándole a entender lo que le está sucediendo y las consecuencias que puede tener su rabia. Luego se le puede proponer alguna actividad que le ayude a descargar la tensión y otras que promuevan el protagonismo del niño y que le permitan expresar lo que está sintiendo. En cualquier caso, al niño hay que garantizarle, sobre todo en estas circunstancias, una confianza y un afecto incondicionales.

Desde el punto de vista pedagógico, es muy importante prestar atención a ese sufrimiento que expresa la rabia, a fin de que evolucione hacia algo constructivo, y no destructivo. Cierto que es una de las reacciones que más miedo nos dan, y por eso procuramos evitarla o negarla o reprimirla, como si fuese una emoción completamente negativa. Solo que así nos olvidamos de que la rabia también tiene derecho a existir y que, como todas las cosas, tiene un principio, una evolución y un final.

En algunos contextos, como podría ser la familia, por ejemplo, la rabia de uno puede contagiarse a los demás niños y llegar a provocar situaciones

realmente explosivas. En tal caso, no está de más conocer algunos mecanismos para evitar que la mecha se encienda y termine en tensiones. Se trata de pequeñas estrategias que ayudan a identificar la causa de la rabia de las criaturas, enseñándoles trucos para dominarse o para desfogarse y así conseguir serenarse sin provocar males mayores.

 

El deporte como aprendizaje

No hay que olvidar que la rabia no es siempre negativa, ya que nos da la energía para combatir las injusticias, pone en discusión la percepción que puedan tener de nosotros y hace que los demás nos respeten.

Un ámbito privilegiado para experimentar emociones como la rabia o el conflicto es el deporte, pues ahí se vive el «aquí y ahora» con el cuerpo, la mente y el corazón, y solo después de haberlo experimentado se habla y se toma conciencia de ello. El deporte ayuda a ser un “campeón” en la vida, es decir, un adulto capaz de entender las emociones propias y ajenas. El deporte enseña a mejorarse, a no echarle la culpa a los demás y a manejar los recursos y talentos personales.

 

Coherencia en el acompañamiento

Por último, a nivel social, es importante que las distintas instancias educativas (familia, escuela, etc.) tengan un lenguaje común que pueda acompañar coherentemente al niño en su proceso de crecimiento.

Es fundamental centrarse en una prevención básica, tanto en los niños como en los padres y futuros padres, procurando un mejor manejo de estas pulsiones naturales a fin de manejarlas positivamente, en lugar de recurrir a soluciones represivas, cuando la rabia ya se ha transformado en agresividad.

 





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