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articulo

Aprender fraternidad

Araceli del Pozo*

Un congreso sobre el mundo de la educación que propone «buenas prácticas» y aspira a un sistema pedagógico universal: la Pedagogía de comunión.
Learning Fraternity es el título de un congreso que reunió el pasado mes de septiembre en Castelgandolfo (Italia) a 650 participantes de 35 países, entre los cuales había educadores, padres de familia, jóvenes y adolescentes, representantes de escuelas y otras instituciones educativas, animadores de grupos, catequistas y expertos en Pedagogía de distintos contextos culturales, todos ellos comprometidos cotidianamente con la cuestión educativa. En un momento bastante crítico para la educación en nuestro país (la marea verde, el debate sobre la escuela pública, etc.), veintisiete profesionales de la educación de varias ciudades españolas no participamos en un congreso, sino en una «experiencia» que en mi opinión da respuesta en modo creíble y tangible a la pregunta de fondo que se impone hoy: ¿lograremos humanizar nuestra aldea global en el ámbito que nos es propio, la educación? La respuesta en nuestra experiencia de esos días es afirmativa. El objetivo del congreso, trazar líneas pedagógicas comunes basadas en la fraternidad y la paz, fue el hilo conductor en todos los itinerarios y actividades llevados a cabo. El programa, articulado en conferencias, 35 talleres y 20 stands-paneles, nacionales y locales, mostraban buenas prácticas e iniciativas implementadas en contextos culturales muy diferentes y algunos muy conflictivos, mostrando así un increíble abanico de lo que suscita el principio de la fraternidad en todas las latitudes. En este recorrido se subraya como estrategia fundamental la importancia de «lo pequeño», de la pequeña comunidad, del grupo que posibilita y permite la formación no del individuo en sí mismo sino de la persona-relación, de la persona-socialidad, de la persona-diálogo. Muchos de los proyectos presentados nacen de experiencias «pequeñas», de alguien que toma la iniciativa y cuya acción puede llegar a insospechados ámbitos de influencia de paz, implicando instituciones y organismos internacionales. Así lo demuestran las experiencias de Egipto, Camerún, Pakistán y muchas otras que se presentaron durante el congreso. Contemplar este raudal de «vida educativa» nos hace conscientes de la importancia de nuestra acción en nuestro grupo, en nuestra familia, en nuestra asociación, en nuestra aula, como nudo de una inmensa red de fraternidad, que por pequeño que sea, si falta, debilita la red, pero si se mantiene, fortifica y hace la red más tupida. Por tanto, no puede faltar nadie, todos somos imprescindibles para construir la red. Una red basada en la relación, ésa es la novedad. Y siendo esto ya importante, no es suficiente y se propone un paso más: convertir estas experiencias en política educativa. Se subrayó además el concepto de «incluir»: incluir las áreas periféricas, las áreas difíciles, oscuras. Una educación inclusiva, intercultural, evidencia clara de una pedagogía de la fraternidad, de la comunión, que demuestra que la fraternidad se puede aprender y se puede enseñar en la escuela y fuera de ella, en la universidad y fuera de ella, para que llegue a ser una red mundial que aspira a la fraternidad universal: la globalización de la solidaridad. *) La doctora Araceli del Pozo es vicedecana de estudiantes de la UCM. Buenas prácticas Con el proyecto Derecho a estudiar para los niños birmanos la ONG Acción Mundo Unido (AMU) quiere garantizar la educación primaria a los niños birmanos que han emigrado con su familia a Tailandia huyendo de las persecuciones y de una vida paupérrima. A lo largo del curso escolar 640 niños fueron atendidos en colaboración con la entidad local Good Friend Center. Nueva Vida es el nombre del centro juvenil situado en el barrio Borro de Montevideo (Uruguay), uno de los barrios más degradados de la ciudad. El centro ofrece a más de 300 chicos la posibilidad de estudiar y tener una comida caliente. En Tucarembó, una ciudad al norte del país, se ha podido construir una biblioteca para los chicos gracias a la ayuda de la iniciativa Schoolmates. Schoolmates es una iniciativa que promueve la «cultura del dar» entre los chicos del norte y el sur del mundo (www.school-mates.org). Desde 2004 ha repartido treinta becas a chicos y chicas necesitados en la India en colaboración con el proyecto Udisha («Rayo de sol que anuncia el alba»). La asociación Starkmacher («El que te hace fuerte») lleva a cabo numerosas iniciativas basándose en la convicción de que toda persona alberga algo bueno y hay que hacerlo visible. La asociación, que opera en Alemania y otros países de Europa, trabaja con jóvenes que proceden de situaciones sociales degradadas o están en riesgo. En la acción Stark ohne Gewalt («Fuertes sin violencia»), por ejemplo, ideada por Starkmacher, han participado hasta ahora más de 25.000 jóvenes en todo el mundo. A modo de decálogo 1. Educarse para educar a los demás (actualizarse, evaluación personal). 2. Poner en práctica el arte de amar como método pedagógico. 3. Construir relaciones de reciprocidad mediante un pacto educativo: educando y educador en el mismo plano. Volver a empezar siempre: mirar con misericordia cada día al otro lo hace nuevo. 4. Poner de relieve la potencialidad de niños, muchachos y jóvenes para que puedan expresar su personalidad y den lo mejor de sí mismos: tutoría entre iguales y entre generaciones. 5. Buscar juntos, educadores y educandos, la verdad en todas las ciencias. En lo particular está lo universal. Interdisciplinariedad. 6. En la escuela y demás ámbitos educativos formar “células” con quienes comparten los mismos valores para responder concretamente a los problemas y generar unidad. 7. Sentir como propios no sólo los problemas de mi clase, mi familia, mi comunidad, sino los de cualquier educador y cualquier educando del mundo. 8. Relacionarse con las distintas esferas educativas («Hace falta un poblado para educar a un niño», según el proverbio africano) y buscar un sistema pedagógico universal para ofrecerlo a la sociedad: Pedagogía de comunión. 9. Aceptar los límites, el fracaso personal, el de la historia y el de humanidad y usarlo como trampolín. 10. Lograr que la escuela y la educación sean un foco de irradiación de la fraternidad universal.



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