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Si tu mirada es sencilla

María Voce

Octava y última entrega de una intervención de la presidenta de los Focolares sobre el amor al hermano, uno de los puntos básicos de la espiritualidad de la unidad.
El amor es un arte. Chiara Lubich nos ha llevado a vivir esto, y a hacerlo fijándonos en la maternidad de María, que el Movimiento de los Focolares (Obra de María) quiere revivir. Escribe Chiara: «Una madre acoge siempre, ayuda siempre, no pierde la esperanza, lo cubre todo. Una madre le perdona cualquier cosa a su hijo, aunque fuese un delincuente o un terrorista. De hecho, el amor de una madre es muy parecido a la caridad de Cristo de la que habla Pablo (cf. 1 Co 13, 1-13). Si tenemos el corazón de una madre, o –más precisamente– si nos proponemos tener el corazón de la Madre por excelencia, María, estaremos dispuestos a amar a los demás en todas las circunstancias. Amaremos a todos, y no sólo a los miembros de nuestra Iglesia, sino también a los de las demás. No sólo a los cristianos, sino también a los musulmanes, budistas, hindúes, etc. Y a los hombres de buena voluntad y a todo hombre que habita en la tierra, porque la maternidad de María es universal, como fue universal la redención»1. Como ya hemos recordado, Chiara se sintió impulsada a correr hacia esas enormes porciones de humanidad con premura y entusiasmo. Su premura nos lleva a pensar también hoy en María, que va «deprisa» a visitar a Isabel, encarando todas las dificultades del camino. Leyendo este episodio en el Evangelio, a Chiara se le vino a la mente espontáneamente la analogía sobre lo que es la tarea de la Obra de María, subrayando que éste es el estilo de vida de toda la Iglesia: «El Movimiento [de los Focolares] se ofrece a sí mismo para convertirse en instrumento de encuentro» con Jesús; «instrumento de encuentro» también «entre Jesús en los cristianos y esas “semillas del Verbo” que hay en los creyentes de las diversas religiones; incluso entre Jesús y la mente y el corazón de aquellos que, aun no reconociendo a Dios, tienden inconscientemente hacia un encuentro con Él, en virtud de la imagen de Dios que llevan dentro por el hecho de ser hombres»2. Instrumento para ayudar a realizar en la tierra el sueño de un Dios: hacer de todos uno. «Y al ir al encuentro de estos nuevos hermanos –continúa Chiara– una nueva luz se enciende en la mente de cada uno de los miembros del Movimiento, que comprenden la magnitud de la vocación a la que están llamados y cantan en su corazón un pequeño Magnificat»3. Quisiera concluir leyendo una estupenda página del «Paraíso del 49» que me parece una síntesis sublime de la doctrina de Chiara sobre el amor al hermano. Si la vivimos, sin duda contribuiremos a impregnar cada vez más la Iglesia y la humanidad de este anhelo que alimenta nuestra espiritualidad: «Con cuantos prójimos te encuentres a lo largo del día, del alba al anochecer, en todos ellos ve a Jesús. Si tu mirada es sencilla, quien mira a través de ella es Dios. Y Dios es Amor, y el amor quiere unir, conquistando. […] Mira fuera de ti; no dentro de ti, ni las cosas ni a las criaturas; mira a Dios fuera de ti para unirte a Él. Él está en el fondo de toda alma que vive y, si está muerta, es el sagrario de Dios, a quien ella espera para gozo y expresión de su propia existencia. Mira, pues, a cada hermano amando, y el amor es darse. Pero un don reclama otro don, y entonces serás amado a tu vez. »De modo que el amor es amar y ser amado: es la Trinidad. Y Dios en ti raptará los corazones, encendiendo en ellos la Trinidad –que quizás ya reposa en ellos por la gracia, pero está apagada–. […] Fíjate, pues, en cada hermano, dándote a él para darte a Jesús, y Jesús se dará a ti. Es ley de amor: “Dad y se os dará” (Lc 6, 38). Déjate poseer por él [el hermano] –por amor a Jesús–, déjate “comer” por él –como la Eucaristía–; ponte completamente a su servicio, que es servicio a Dios, y el hermano vendrá a ti y te amará. »[…] El amor es un fuego que compenetra los corazones en perfecta fusión. Entonces ya no te encontrarás sólo a ti mismo en ti, ni tampoco sólo al hermano; encontrarás el Amor, que es Dios vivo en ti. Y el Amor saldrá a amar a otros hermanos porque, una vez simplificada la mirada, se encontrará a sí mismo en ellos y todos serán uno […] Y a tu alrededor crecerá la comunidad como alrededor de Jesús: doce, setenta y dos, miles… Es el Evangelio, que fascina porque es Luz en Amor, y por eso arrebata y arrastra»4. 1 C. Lubich, El arte de amar, Ciudad Nueva, Madrid 2006, p. 35. 2 Cf. id., Escritos Espirituales/4. Dios con nosotros, Ciudad Nueva, Madrid 1997, p. 150. 3 Cf. ibid., p. 151. 4 Id., Paradiso ’49, 903-904.907-911.914-919 (original inédito).



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