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articulo

Hechos, no palabras

Ricardo Cárdenas

La fraternidad real
Ricardo es un joven chileno que compartió su experiencia en el Genfest de Budapest del verano pasado sobre cómo algunos Jóvenes por un Mundo Unido de Santiago de Chile intentan construir puentes con los más necesitados de la ciudad. Chile es el segundo país del mundo más segregado socialmente. Por ello hay mucha sensibilidad por el tema de la inclusión social. Los Jóvenes por un Mundo Unido en Chile somos de diferentes clases sociales y trabajamos o estudiamos en ambientes muchas veces distantes. Siempre hemos creído que los puentes que queremos construir en todo el mundo comienzan a partir de las cosas pequeñas, de las relaciones entre nosotros, desafiando así la realidad de nuestro país. Conociendo la situación de la ciudad de Santiago, cada vez sentíamos un mayor deseo de dar la vida por los más marginados: los mendigos y vagabundos de la parte vieja de la capital. Unos pocos empezamos a dar vueltas por estos barrios, y después muchos otros jóvenes de diferentes ámbitos sociales se fueron agregando. Durante cuatro años, un viernes al mes compartimos con los mendigos un sandwich y un café al anochecer. Pero ésta no era la fraternidad que queríamos, porque nuestros amigos de la calle no vivían nuestro día a día. ¿Qué hacer? Nuestros padres no permitirían acogerlos en nuestras casas… «¡Un mendigo!» Así que decidimos ir nosotros a vivir con ellos. Empezamos cinco, tres más estables y dos que rotan cada dos semanas. Con el poco dinero que teníamos, logramos alquilar una casa con dos dormitorios, un baño y una sala. Aquí hemos aprendido a tener una relación de amistad sencilla con las personas que viven en la calle. Uno de estos amigos es Lalo, que tenía serios problemas con el alcohol y las drogas. Una noche llegó con una herida grande en el brazo. Había tenido una pelea y había sido herido. Ya había ido al hospital, pero nadie le había hecho caso. Los cinco volvimos con él al hospital, donde lo desinfectaron y curaron. Para que pudiera tener efecto el tratamiento, tenía que estar en abstinencia 48 horas. Entonces, lo llevamos a casa, le preparamos la cama, lo obligamos a ducharse y lo acompañamos durante todo el tiempo. Poco a poco, Lalo comenzó a formar parte de nuestra familia. Ahora viene casi todos los días a nuestra casa donde se mueve como uno más: limpia, cocina, comparte con nosotros sus amistades y su vida. Lalo hace actos de amor concretos como nosotros, se pone al servicio como nosotros. Una vez nos dijo: «La gente piensa que yo soy uno de ustedes». Y nosotros le dijimos: «Obvio… Es así». Lalo se ha sometido a un tratamiento de desintoxicación y se ha arreglado la dentadura. ¿Quién nos ha llevado a hacer esto? La vida nos ha puesto oportunidades por delante para comenzar, pero es la fuerza de la relación entre nosotros y de la fraternidad vivida con muchos jóvenes la que nos lleva adelante día a día. Las dificultades son muchas, pero las alegrías, os lo aseguro, ¡son muchas más! Ricardo Cárdenas



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