DIOS Y SU IMAGEN.
Dominique Barthélemy, OP. Fundación Maior, 2011, 234 págs.
Nueva versión en español de uno de los libros más importantes del biblista francés D. Barthélemy, autor especializado en la crítica textual y literaria. Resulta significativo que haga una «lectio divina» de la Sagrada Escritura, ya que las críticas «serias» –dice– corren el peligro de ocultar su seriedad fundamental. Estudiar el Antiguo Testamento, pues, no sólo tiene interés histórico.
El recorrido inicia con las tinieblas. Es el libro de Job. Tras unas consideraciones sobre la desnudez y el atavío en el marco del relato del pecado original, llegamos al momento en que Dios «elige» y vamos tras la peripecia de Abrahán y de Moisés. Dios toma la iniciativa porque el hombre no puede liberar al hombre.
La intrahistoria de la relación de Dios con su pueblo implica la tensión entre un pueblo que trata de recrear a su Creador y ese mismo Creador que se manifiesta. El resultado será que Dios toma cuerpo en la humanidad para glorificarla, permitiendo así que seamos transformados en imagen de Aquel que se hizo esclavo para liberarnos. Dios se empeña en ir tras el hombre que se esconde; es a la vez celoso y engañado, pero llega a hacer su “declaración de amor”. Surge del corazón de Jeremías en términos misteriosos y definitivos: ¿Qué es lo que Dios puede amar en el hombre sino un Dios que haya de nacer para divinizar al hombre?
El capítulo octavo plantea la verdadera cuestión: ¿conservar o crear de nuevo? La intimidad con el hombre es imposible, pero Dios no enviará a la muerte al pueblo profano hasta que sea viable el germen que lleva en sí. Las grandes comadronas de la humanidad se llaman así la Cruz y el Espíritu.
Vamos llegando al significado profundo de toda la historia del pueblo de Israel. El capítulo noveno recibe el título de «sangre para beber». Aquí descubrimos el sentido de la prohibición de beber la sangre así como la razón por la que Cristo nos da a beber precisamente su sangre. La sangre del crucificado vuelve a abrir una fuente a la vida del pecador. El capítulo final nos pone ante el aliento del Dios vivo, explicando cómo el hombre viejo debe consumirse bajo el mismo Hálito de amor que, exhalado por el Hijo de Dios crucificado, anima al hombre nuevo.
Vemos así cómo el Antiguo Testamento permite un diagnóstico de las falsificaciones del Dios vivo. Los cristianos nos dejamos mecer en las manos de lo que consideramos como «el buen Dios», en lugar de dejarnos conformar por el Dios vivo. Pero el Antiguo Testamento puede ponernos de relieve nuestra idolatría, nuestras escapatorias y hacernos comprender nuestra miseria y nuestra pobreza, permitiendo así que nos contemos entre los pobres a los que pertenece el Reino.
Javier Moreno
LA GRACIA DE HOY.
María Josefa Segovia, Ed. Narcea, Madrid 2012, 284 págs.
No es éste un libro sobre un tema único, sino una selección de escritos de la autora sobre temas distintos, organizados en torno a los tiempos del año litúrgico y la Palabra de Dios, que ilumina la variedad de argumentos. La autora es María Josefa Segovia, primera directora general de la Institución Teresiana, fundada por el sacerdote mártir san Pedro Poveda en 1911. Y la presente selección de escritos se ha preparado en el marco del centenario de la fundación.
El título, «La gracia de hoy», es una expresión de la misma María Josefa en un documento que se considera su testamento espiritual, una página autógrafa escrita cuatro días antes de su muerte.
María Josefa Segovia no escribió libros extensos. Su pensamiento se halla recogido en más de 18.000 cartas, más de 20 artículos y un gran número de conferencias y algunas obras breves –en su mayor parte dirigidas a personas pertenecientes a la Institución Teresiana o muy relacionadas con ella–, aunque parece que proyectó publicar la edición crítica de sus escritos completos.
El libro que comentamos aquí abre a los lectores las puertas del pensamiento de María Josefa Segovia, fundado en la Palabra de Dios, sobre todo en el Evangelio, fruto de un proyecto de vida espiritual y de su experiencia apostólica al frente de la Institución Teresiana. Está precedido de un prólogo escrito por Loreto Ballester, una amplia introducción a cargo de Aránzazu Aguado Arrese, y una breve nota biográfica. El texto, como ya hemos dicho, sigue el itinerario del año litúrgico, con la novedad de que la autora, en el momento oportuno, recoge las impresiones de su viaje a Tierra Santa, en donde experimentó una fuerte conmoción espiritual, preparada por su profundo conocimiento del Evangelio, no sólo por su formación específica, sino sobre todo por la intensidad de su vida espiritual, expresada en un lenguaje fácil y elegante, sin detalles de erudición libresca, sino de espontánea valoración de un espíritu ilustrado, iluminado por la gracia del Espíritu Santo que enfervoriza.
La obra concluye con la trascripción de su “testamento espiritual”, que escribió en el sanatorio de San Francisco de Asís de Madrid antes de ser operada, el 25 de marzo de 1957.
Juan Zumeta
LÉANOS
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