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Vivir y contarlo



Con frecuencia nos sugieren publicar breves testimonios sobre la Palabra de Vida. Este año, en que se celebrará un sínodo sobre la nueva evangelización, proponemos a los lectores que nos envíen sus propias experiencias
«Dice la Escritura que la Palabra es lámpara para nuestros pasos, y si además la experiencia de otros me lo demuestra, aún ilumina más. »El martes llamé a mi peluquera y me respondió con voz extraña. Me contó que estaba en la cama con neumonía. A su niña, que tiene 4 años, la había enviado con sus padres hasta que ella se curara. La pobre lo estaba pasando mal. Me contó también que su marido había pedido una semana de vacaciones para ocuparse de la peluquería, responder al teléfono, atender a las clientas y darles cita. A cargo se había quedado su asistente. El chico es muy majo, pero sólo tiene 19 años. »Mientras pienso que voy a pedir cita en otra peluquería, me dice que han hecho todo esto para no tener que cerrar en estos tiempos de crisis. En ese momento me acuerdo de unos amigos que habían ido a hacer sus compras a una tienda que no les quedaba precisamente cerca porque esa tienda pasaba dificultades económicas. Comprendo que debo ser solidaria con Noelia y llamo a su marido para pedir cita. »Al día siguiente el joven empleado me tiñe, me corta, me peina… El resultado no es el mismo, pero se me ve bien, y además estoy contenta. Para colmo me hacen un regalo para recompensar mi fidelidad. »El amor es contagioso y las experiencias de la Palabra vivida son verdadera luz para los demás». B. M. «Con el aumento de sueldo de mi marido habíamos pensado doblar la cuota mensual para terminar de pagar el coche nuevo antes de lo previsto. Luego lo pensamos mejor y decidimos pasarle esa cantidad mensualmente a una familia que estaba atravesando dificultades económicas, porque habían despedido al padre de su trabajo. »Días después la Providencia me sorprendió gratamente en ocasión del cumpleaños de un tío mío. Queríamos regalarle una botella de vino de marca, pero como se nos salía del presupuesto, opté por hacerle una tarta casera. Estaba a punto de ponerme a ello cuando llegó un mensajero con un paquete. Me imaginé que sería un error, pues no esperaba ningún paquete. Era el regalo que me había tocado en una rifa de la que ni siquiera me acordaba de llevar un boleto, pues me lo habían regalado. Abro el paquete: ¡una botella del vino preferido de mi tío!». C. H. «Las pequeñas cosas parecen no tener importancia, pero algunas veces son necesarias porque permiten dar un saltito de cualidad en la rutina de los días que pasan. »Hace unas semanas tuvimos la reunión de la mancomunidad de propietarios donde vivo. Se trata de unas trescientas viviendas unifamiliares, casi un pueblo, donde lógicamente no faltan problemillas de toda índole. Una vez expuestos los problemas, y tras tediosos debates, ruegos, preguntas y demás protocolos, finalizó la asamblea con los correspondientes acuerdos y había que renovar los cargos. Piden voluntarios para vocal y, después de un tiempo prudencial sin respuestas, me pasa por la mente esta frase: “dar la vida por la propia gente”. Es un lema de mi juventud que nos estimulaba a hacer algo por los demás, al que yo suelo añadirle: empezando por las pequeñas cosas. Así que me ofrecí, aun vislumbrando las “incomodidades” que me podía causar. Eso sí, salí de la reunión tranquilo y feliz. »A los pocos días, suena el teléfono: reunión con la alcaldesa. Y luego otra llamada: fotografiar y solicitar la reparación de una arqueta sin tapa, peligro de accidente para los transeúntes. Pienso: ¡qué bien!, al menos así una persona no se romperá una pierna». J. A. B.



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