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articulo

¡Atención al pilotito rojo!

Marta Cuerda y Ángel Toral

El amor impulsa a buscar al otro, a dialogar, a comunicarse aunque sea difícil. En este momento, y no antes, es cuando surge la identidad de la pareja
Al finalizar un congreso de matrimonios de toda España y de todas las edades que tuvo lugar en marzo pasado, entrevistamos a Rita della Valle y Salvatore Ventriglia*, expertos en temas de comunicación en la pareja, invitados especiales en dicho encuentro. –¿Qué etapas recorre una pareja desde el enamoramiento hasta alcanzar una relación madura y estable? –Hay muchas descripciones de las fases evolutivas de la pareja. Es útil considerar el concepto de evolución de la pareja de Bader y Pearson (1988), basado en la clasificación de los estados evolutivos del niño de Margaret Mahaler: simbiosis, diferenciación, separación-individuación, constancia del objeto, interdependencia. La fase simbiótica es el enamoramiento, y se caracteriza por la fusión, por sentirse una sola cosa, y porque se rompen los límites del ego. Es la fase en la que se forma el vínculo. En esta fase las diferencias no se perciben y el otro colma todos los vacíos: «eres mi vida», «sin ti nada tiene sentido», «sin ti me muero» son palabras que expresan la belleza de esta fase. En la segunda fase, la pareja, para «crecer», debe reconocer la diversidad del otro. Es una fase delicada en la que se difumina la magia del enamoramiento, se manifiestan las limitaciones, los defectos y las diferencias. El sentimiento se debe enriquecer con el empeño, la voluntad, la tenacidad, el espíritu de sacrificio, para llegar al amor, que podemos considerar como la energía necesaria para mantener el vínculo. El amor impulsa a buscar al otro, a dialogar, a comunicarse aunque sea difícil. En este momento, y no antes, es cuando surge la identidad de la pareja. Este proceso conduce a la interdependencia, cuando cada uno tiene una identidad individuada y definida, y ambos ponen en común con el otro un sí mismo ya completo, creando así un «nosotros» que trasciende a los dos. –¿Las crisis de la pareja son algo constructivo y positivo? –La pareja es un sistema dinámico, en continua evolución. Una crisis es la premisa para pasar de una fase a otra. Que las crisis sean positivas o no, será consecuencia de cómo se vivan. Es decir, pueden servir para aclarar motivos de frustración en la pareja, necesidades, expectativas…, y en tal caso son positivas, porque la mayor consciencia que resulta permite a ambos ir al encuentro del otro. Pero si se pasan por alto y los problemas no se afrontan, habrá un cúmulo de elementos tóxicos que pueden corroer la unidad de la pareja. Nuestra experiencia profesional nos demuestra que la separación o el divorcio son el punto final de una relación en la que ambos han subestimado inconscientemente la existencia de una crisis, su importancia o la posibilidad de afrontar y resolver dificultades personales o de relación. –¿Por qué es tan importante la comunicación en la pareja para afrontar las etapas difíciles de la vida familiar? –En cualquier momento de la vida de familia, pase lo que pase, aun cuando nos sintamos solos, no aceptados, incomprendidos, desilusionados, enojados, desesperados, etc., siempre tenemos la posibilidad de comunicar. Es interesante que la raíz de la palabra comunicación es la misma que la de comunión. ¡Luego la comunicación se torna en un medio de comunión! Es importante porque somos distintos y ninguno de los dos ve la realidad objetivamente. Cada uno tiene su «mapa» y con él representa la realidad. Es decir, nos construimos utilizando un determinado sistema representativo (visual, acústico, cenestési- co…) constituido por las convicciones, los valores, las emociones que hemos ido acumulando en nuestra vida. ¿Qué puede ocurrir si uno de los dos está convencido de que su verdad es absoluta? Pues que la comunicación será un intento de manipulación, o sea, una forma de convencer al otro. Y eso no es positivo. Comunicarse y escuchar al otro permite ampliar el mapa y comprenderle, enriquecerse con su visión y formar un mapa en común. Además de la escucha, hay otros modos de comunicarse constructivamente: expresar las vivencias emotivas con respecto al comportamiento del otro sin acusarlo; expresarse con inmediatez evitando acumular rabia y dolor, que puede tener consecuencias negativas y «explosivas»; evitar no responder; evitar interpretar el comportamiento del otro; no esperar que el otro me capte al vuelo (el amor no nos hace adivinos); tener cuidado no sólo con lo que decimos sino también cómo lo decimos, ya que ambos niveles pueden no ser congruentes, en cuyo caso el otro responderá al modo y no al contenido. –¿Qué señales de alarma pueden advertir a la pareja de una crisis? –Usando un símil, podemos decir que una crisis es como un pilotito rojo que se enciende… Y éstos nos parecen los tipos más significativos: a) Uno de los dos se muestra siempre necesitado de apoyo y el otro asume constantemente una actitud maternal. El riesgo es que el que hace de progenitor «estalle» en algún momento. Otro caso es cuando la vida familiar se articula en torno a la disputa. En tal caso, el objetivo inconsciente es luchar para ver quién es más fuerte. En este tipo de relaciones la pareja no evoluciona ni crece, y su estabilidad se encuentra siempre en un precario equilibrio. b) La pareja se centra en hacer cosas y la comunicación tiene como objetivo producir algo, como si fueran una empresa. Más o menos inconscientemente se evita comunicar sentimientos, y en consecuencia no se produce esa relación de intimidad en la que se comunican sensaciones, emociones, sentimientos, proyectos, valores… La familia no puede ser una empresa porque el vínculo que une a sus miembros es sólo el amor. c) Entre la pareja hay zonas de sombra: esas cosas que uno no cree oportuno comunicar. Las justificaciones más frecuentes son: no me va a entender; se va a enfadar; nos pelearemos; etc. La consecuencia es que la comunicación termina por basarse en el principio de «comuniquémonos lo que nos hace sentirnos bien; no hablemos de las cosas en las que no estamos de acuerdo y así evitamos los conflictos». Esta actitud, claro está, lleva a un mayor distanciamiento entre los dos. d) Cuando uno de los dos o ambos se sienten a disgusto en la relación, están mal, sufren, buscan vías de escape. Con frecuencia se huye de un dolor al que no se le sabe poner nombre porque no se reflexiona sobre él. En tal caso las escapatorias más frecuentes son esas interminables horas en internet, trabajar más horas, el alcohol, el juego, la droga, la traición... –¿En qué casos conviene pedir ayuda externa? –Considerando el dinamismo de la pareja y las fases que necesariamente atraviesa, nos parece útil que las parejas conversen periódicamente con otra pareja amiga que crea en el matrimonio y tenga experiencia. Pero cuando se vive una situación de mucho disgusto, rabia, dolor, distanciamiento o silencio, causada por uno de esos pilotitos rojos que hemos mencionado o por otros motivos, y si la situación dura y ninguno de los dos es capaz de identificar el problema o encontrar la solución, nuestro consejo es que se dejen ayudar por un psicoterapeuta experto en parejas. • Rita della Valle, ginecóloga y sexóloga, es vicepresidente del Consultorio Familiar de la diócesis de Capua (provincia de Nápoles). Ha dirigido numerosos congresos sobre sexualidad. • Salvatore Ventriglia, neurólogo, psicoterapeuta y profesor universitario, ha fundado la escuela de psicoterapia Logos. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas. Ambos son coautores de «Secretos para ser feliz en pareja», última obra publicada por la Editorial Ciudad Nueva.



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