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¿Cómo crecer en la unión con Dios?

Pascual Foresi

Amar al prójimo es el camino más rápido.
El secreto para mantenerse siempre unido a Dios, aunque no se sienta esa unión, es elegir a Dios con todo el corazón, ofrecerle nuestras acciones y ver a Jesús en cada prójimo con el que entremos en contacto a lo largo de todo el día. Hay una meditación de Chiara Lubich que dice –no es cita textual– que de la misma manera que Jesús está presente en cada pequeño pedazo de una hostia consagrada y que al comulgar con uno de esos pequeños pedazos comulgamos con Dios, también al comunicarnos con una sola persona y amarla evangélicamente, nos comunicamos con todo el Cuerpo místico. Así pues, amando a cada hermano o hermana individualmente, tenemos la posibilidad de estar durante todo el día constantemente en comunión con el Cuerpo de Cristo que de alguna manera es toda la humanidad. Muchas veces estamos tan absorbidos por las personas con las que estamos en contacto que casi nos olvidamos de pensar en Dios, ni tenemos presente en ese momento de manera consciente que ese prójimo es Jesús. Pero al amarlo, estamos amando a Jesús. Tengo la experiencia, y la tendréis vosotros también, de que cuando uno se recoge por la noche para rezar, se siente que nuestra unión con Dios ha crecido. Quizá nos parezca que nos hemos cubierto de un poco de polvo, pero Dios ha crecido tanto en nosotros que sacude todo el polvo que hayamos podido acumular. Amar al prójimo durante todo el día es el camino más rápido para alcanzar la unidad con Dios cuando nos recogemos en oración. Muchas veces nos preguntamos cómo vivir siempre en Dios en medio de todas las actividades y problemas a los que se tiene que hacer frente durante el día. Pues bien, hay que encarnar la Palabra en todos los aspectos concretos de la vida, vivir la espiritualidad de comunión con todo lo que exige, rezar (…). Entonces, como dice Chiara, experimentaremos que vivimos como en una “nube”, es decir, que estamos de lleno en el mundo sin ser del mundo. Nada nos afecta o nos distrae, nada nos hace replegarnos sobre nosotros o caer en el egoísmo, es más, cada cosa que hacemos puede ayudarnos a estar más unidos a Dios.

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