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El paraíso de las musas

Clara Arahuetes

También hoy el libro sigue siendo uno de los principales instrumentos para transmitir conocimientos, a pesar de que los medios de comunicación, la radio, el cine, la televisión, internet… parece que lo invaden todo restándole protagonismo.
Al menos a los que tenemos cierta edad nos parece un objeto indispensable en la difusión de la cultura. Y vemos el libro electrónico como algo etéreo, que no puede sustituir a las sensaciones que nos produce tener un buen libro entre las manos, poder hojear sus páginas, sentir la calidad del papel, ver sus ilustraciones… Pero los más jóvenes, acostumbrados a las nuevas tecnologías desde que nacen, ven con naturalidad las ediciones electrónicas y los nuevos soportes como los e-readers o lectores de libro electrónico, que se van perfeccionando cada vez más. Unos y otros podemos visitar la Biblioteca Nacional, donde se conservan no sólo colecciones bibliográficas de incalculable valor artístico, sino también cuadros, estampas y grabados de grandes artistas como Velázquez, Goya, Durero…, además de bronces, bustos, muebles, tapices y otros objetos. Esta institución tiene su origen en la Biblioteca Real, fundada por Felipe V en 1712 como Biblioteca Pública de Palacio. Y en ella encontramos el precedente del actual “depósito legal”, pues los impresores tenían que dar a la Biblioteca un ejemplar de los libros que se publicaban en España, igual que sucede ahora. En 1836 deja de ser propiedad de la corona y pasa a denominarse Biblioteca Nacional. Este gran edificio comenzó a construirse en 1866 y en él estaban el Museo de Arte Moderno y Arqueológico, la Biblioteca y el Archivo Histórico. Fue realizado en la época de Isabel II por los arquitectos Francisco Jareño y Antonio Ruiz de Salces, y se abrió al público en 1896. En el siglo XIX, con la desamortización de Mendizábal, ingresaron la mayoría de los libros antiguos que posee la Biblioteca. Y en la guerra civil se incautaron cerca de 500.000 volúmenes, además de obras de arte, procedentes de centros religiosos, palacios y casas particulares para salvarlos de la destrucción. Hoy hay cerca de veinte millones de piezas en todo tipo de soportes, desde incunables, manuscritos, libros y revistas, a registros sonoros, audiovisuales, microformas, publicaciones electrónicas… Desde 1993 la Biblioteca Nacional cuenta con una segunda sede en Alcalá de Henares. El manuscrito más antiguo que se conserva es un códice del siglo IX. Y el libro más antiguo, un ejemplar del «Catholicon» de Johannes Balbus, impreso en Maguncia en 1460, probablemente en la imprenta de Gutenberg. La Biblioteca cuenta con un Museo, donde podemos conocer la evolución histórica de las diferentes formas de transmitir el conocimiento y la cultura de cada época. Vemos que la escritura se plasmaba en todo tipo de soportes: piedra, arcilla, hojas, cortezas de árboles, conchas de tortuga, cañas de bambú, huesos, metales, pieles, tejidos, y productos elaborados a partir de estas materias primas, como el papiro, el pergamino o el papel. En tiempos más cercanos a nosotros se ha utilizado el sonido, la imagen en la fotografía, el cine y en los más modernos sistemas electrónicos. En la Sala de las Musas se expone una selección de piezas originales que se custodian en los depósitos de la Biblioteca. Son obras únicas que se renuevan a menudo por necesidades de conservación y que nos dan una idea de la riqueza de sus fondos. En esta ocasión, hasta el 3 de octubre, podemos profundizar en la evolución del libro: «Del códice al libro electrónico». Se nos propone adentrarnos en la historia del libro por medio de obras emblemáticas del pasado, como los manuscritos de Quevedo o Calderón, y de otros medios más recientes como la máquina de escribir, los primeros ordenadores o los lectores de libros electrónicos. Entre las obras más destacadas están el «Libro de Ester» (siglo XVIII - XIX), custodiado en un cilindro de plata ricamente labrada. Este tipo de soporte fue utilizado en la antigüedad y estaba compuesto por varias hojas de papiro unidas entres sí, que se envolvían en un cilindro enrollándolas horizontalmente. El texto se escribía por una sola cara, en columnas, llegando a medir algunos más de treinta metros, como el «Pentateuco» hebreo de Bruselas del siglo IX. El título se indicaba por medio de una etiqueta atada al cilindro. Fue sustituido en la Edad Media por el códice, formado por un conjunto de hojas cosidas de pergamino, escritas por las dos caras, más manejable y fácil de almacenar. Se protegían los cuadernillos con tapas de madera unidas por correas de piel, anticipo de las encuadernaciones. Un ejemplo es el «Códice Laurentius Gallus», del siglo XIV. Los libros de horas fueron los más difundidos en la Edad Media. Eran textos religiosos que durante el siglo XV y primera mitad del XVI se imprimieron con bellas ilustraciones xilográficas y nos informan de los usos y costumbres de la época. Los primeros libros impresos están representados por la «Crónica» o «Biblia de Nuremberg» (1493) con ilustraciones xilográficas realizadas a partir de grabados diferentes. Se muestra además una obra renacentista de 1580; encuadernación islámica de cartera al estilo persa; y un libro móvil (1540), «Astronomicum Caesareum de Apiano», que perteneció a Carlos V. El impresor veneciano Aldo Manuzio, uno de los más importantes de todos los tiempos, fue el precursor del libro de bolsillo. Sus ediciones de pequeño formato y sus largas tiradas abarataron el precio de los libros: «De vita B. Martini Dialogi de miraculis B. Martini» (1501-1502). También se exponen manuscritos autógrafos que se realizaron para la imprenta o en el Siglo de Oro para las representaciones teatrales, como el «Tratado de la Providencia de Dios» escrito por Quevedo durante su cautiverio entre 1639 y 1643, o «El mágico prodigioso» de Calderón (1600-1681), un manuscrito con correcciones y tachaduras. Con la maquina de escribir Olivetti (siglo XIX), la aparición de los primeros ordenadores, los soportes ópticos, CD-ROM y DVD, surgen nuevas posibilidades a la sistematización del conocimiento humano. Además, las redes de internet nos ofrecen cada vez más contenidos y servicios, hasta crear en nuestros días un mundo virtual paralelo. La última novedad es el “lector de libro electrónico”. Algunos autores ya utilizan este formato para lanzar sus novedades, como Stephen King, que en dos semanas vendió 500.000 ejemplares de «Riding the Bullet». clara.arahuetes@telefonica.net



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