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MEDICINA

Ana Guerrero

Fiebre y antitérmicos en la infancia
Los niños, al entrar por primera vez en contacto con los virus y bacterias más comunes, contraen infecciones con frecuencia, y una de las manifestaciones más habituales de éstas, aún en los casos leves, es la fiebre. Cuando nos parece que un niño está “caliente”, primero hay que asegurarse de que realmente tiene fiebre tomándole la temperatura. En los niños se considera fiebre una temperatura en axila superior a 38 °C o en recto superior a 38,5 °C. En los muy pequeños es más fiable el dato del recto, pues al tener poca masa muscular en axila, el contacto de la piel con el termómetro puede no ser adecuado y reflejar una temperatura inferior. Constatada la fiebre, para bajarla usaremos primero medidas físicas: le dejaremos con poca ropa (body si es lactante o camiseta de manga corta si es niño o adolescente), para que elimine a través de la piel el exceso de calor corporal. Si no es suficiente, le podemos bañar en agua templada (2 grados por debajo de la temperatura que tenga el niño) durante 15-20 minutos. De esta forma se igualará la temperatura corporal. No conviene que el agua esté muy fría para que no se produzca un descenso muy brusco. Después, secarlo y volver a vestirlo con poca ropa. En caso de que la fiebre sea muy alta o no baje lo suficiente, recurriremos a los antitérmicos. Éstos además tienen un efecto analgésico y también alivian el dolor. Algunos tienen un efecto antiinflamatorio y son más recomendables para procesos en los que hay gran inflamación, como las otitis y amigdalitis. Los antitérmicos son beneficiosos usados adecuadamente, pero como todo medicamento pueden tener efectos secundarios. Los utilizaremos si persiste una temperatura mayor de 38 °C axilar o 38,5 °C rectal, si persiste el malestar del niño, si tiene antecedentes de enfermedad metabólica, neurológica o cardiorrespiratoria, si ha tenido convulsiones febriles o si su estado crea gran angustia a los padres. Podemos esperar que los antitérmicos bajen entre 1 y 1,5 °C la temperatura. El efecto es máximo al cabo de una hora de su administración. Si el descenso es más marcado, se deberá probablemente a una oscilación natural de la temperatura en el curso de la enfermedad y no al efecto del medicamento. Los antitérmicos no bajan la temperatura por debajo de las cifras normales, ni aún en el caso de que por error se administren dosis superiores a las recomendadas. Si una persona toma un antitérmico sin tener fiebre no sufrirá una hipotermia. Los antitérmicos más utilizados en la edad pediátrica son el paracetamol y el ibuprofeno y podemos encontrarlos en forma de gotas, jarabes, sobres, comprimidos o supositorios. El paracetamol es el fármaco más adecuado para los niños, pues es seguro y eficaz a la dosis e intervalos recomendados en el prospecto. Como segunda opción, el ibuprofeno también es muy eficaz para controlar la temperatura elevada, pero al ser un medicamento del grupo AINE (antiinflamatorio no esteroideo), puede producir molestias en el estómago y trastornos gastrointestinales; sin embargo no es una mala alternativa, administrado después de los 6 meses de edad, en caso de que el paracetamol no sea eficaz, sea rechazado por el niño o se trate de procesos muy inflamatorios. No se aconseja el uso de dos antitérmicos de forma alternativa, ya que no se ha demostrado que mejore el resultado, mientras que sí pueden aumentar los efectos secundarios. Hay algunos aspectos que conviene recordar: – Si un niño tiene fiebre, sudará más para poder bajar su temperatura y puede correr el riesgo de deshidratarse, sobre todo si es muy pequeño. Es conveniente ofrecerle líquidos con frecuencia. – La fiebre no es la causa de la enfermedad, sino un síntoma. Lo importante no es tratarla a toda costa, sino saber su causa y tratarla si es posible. – Tenemos que desterrar ideas erróneas, como que la fiebre alta produce meningitis o que puede dañar el cerebro. Tampoco es cierto que las infecciones que producen fiebre haya que tratarlas con antibióticos. – Los paños de alcohol no deben usarse en los niños, porque pueden producir intoxicación etílica por inhalación o absorción a través de la piel. – Por último, recordar algo importante: para evitar intoxicaciones accidentales, no dejar nunca medicamentos al alcance de los niños.



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