Si los abuelos no existieran habría que inventarlos. Sería útil tener siempre a mano un abuelo en el armario porque su función es muy importante para el niño. Es cierto que hay abuelos tiranos que son invasivos y tienden a echar a un lado al yerno o la nuera, pero también es cierto que sus funciones son particularmente educativas y formativas para cualquier criatura.
Los abuelos nos recuerdan el tiempo pasado, la continuidad de los afectos, el transcurrir de los hechos de la vida. Nos recuerdan el tiempo premonitorio de una historia que continúa y proseguirá con los hijos y los nietos. Sin duda que tener abuelos es una gran fortuna para el niño. Son una base de seguridad, en ellos el niño encuentra protección y amor cuando todo anda mal, cuando la madre falta porque está enferma, cuando los padres tienen que viajar, ir al trabajo o simplemente salen. A diferencia de los padres, que suelen estar preocupados por las vicisitudes de la vida y el futuro de la familia, los abuelos ya han vivido su vida y no tienen ambiciones ni perspectivas especiales, por eso están a total disposición de los nietos. Los abuelos son importantes, sobre todo por el apoyo psicológico y emotivo a los nietos.
Melania Klein (Viena, 1882–Londres, 1960), psicoanalista infantil discípula de Freud, destacó el papel de los abuelos. A ellos les confía la misión de brindar una aportación significativa a la construcción de un mundo interior gratificante y bueno, alejado de los inevitables conflictos que ligan a padres e hijos. Gracias a las relaciones positivas con sus nietos, contribuyen de manera decisiva a la percepción positiva de la vida y a la posibilidad de controlar las emociones contradictorias que los niños experimentan en las frustraciones.
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