Un sábado por la noche fuimos a llevar a un sobrino mío a su casa, al otro extremo de la ciudad. A la vuelta mi esposa me sugirió que regresáramos por otro camino, una avenida en construcción que está todavía sin iluminar. En cierto momento vimos a una persona haciendo señas en medio de la oscuridad. Bajé la velocidad y al acercarnos vimos una moto dentro de una zanja. Me detuve inmediatamente. El joven, que dijo llamarse Matías, no había visto que había un borde de tierra, pasó por encima y cayó con su moto en la zanja. Milagrosamente solo había sufrido unos golpes y un gran susto. Nuestro hijo se metió en la zanja y logró encontrar el móvil de Matías, prácticamente enterrado debajo de la moto. El chico estaba ansioso por comunicarse con su hermano pero, seguramente por los nervios, no recordaba el número. Busqué una soga que siempre llevo en el maletero y con una maniobras precisas logramos sacar la moto de la zanja, que para felicidad del accidentado arrancó sin problemas.
Finalmente el muchacho contactó con su hermano, que poco después llegó acompañado de un primo. Matías nos agradeció la ayuda y me pidió mi número de teléfono porque quería invitarnos a cenar en un bar de su propiedad. Le dijimos que no se preocupara, que nuestra ayuda había sido desinteresada y además no le convenía invitarnos porque somos una familia numerosa. No obstante se lo dimos para que nos comunicara cómo estaba, ya que no me dejó llamar una ambulancia para que lo revisaran.
A los quince días del rescate recibí un mensaje por WhatsApp de Matías. Nos invitaba a cenar. Insistió diciendo: «No se preocupe por nada, vengan que los esperamos. Queremos que disfruten una buena cena». Se lo contamos a los chicos, que se alegraron mucho, y nos fuimos los siete a cenar. Matías y su hermano nos recibieron muy bien. Realmente nos daba cierto apuro recibir tanta atención, pero entendimos que era su forma de agradecernos. Matías nos confesó que, si hubiera sido él quien hubiera pasado por ese lugar, ni loco se habría detenido en medio de la oscuridad aunque hubiera un accidente.
En casa, a primero de mes, tenemos la costumbre de salir a comer pizza, cosa que disfrutamos mucho. Pero justo ese mes, al preparar el presupuesto, habíamos visto que no sería posible hacer la salida porque habíamos tenido unos gastos extra. Pero Dios tenía pensado regalarnos la salida familiar.
Leer más