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Aissa: soñar un mundo sin violencia

Sara Fornaro

Víctima di abusos y obligada a casarse muy joven, Aissa Doumara Ngatansou se ha convertido en líder de la lucha por la defensa de las mujeres.


«Sueño con un mundo sin violencia en el que las jóvenes y las mujeres, los jóvenes y los hombres vivan juntos con igualdad y respeto recíproco. Un mundo en el que todos puedan expresar su libre albedrío sin sufrir represión». Son palabras del discurso que Aissa Doumara Ngatansou pronunció en 2019 cuando se le otorgó en Francia el Premio Simone Veil en reconocimiento a su labor en favor de las mujeres durante veinte años.
La historia de Aissa empieza en Yagoua, norte de Camerún, en una familia musulmana. Ya de pequeña se percata de que el trato que recibe en casa es distinto por el hecho de ser fémina. A los 15 años, después de morir su madre, es prometida en matrimonio contra su voluntad. Al año siguiente se casa y a los 18 ya es madre. Pero Aissa lanzó un reto a las convenciones sociales y, en lugar de dedicarse a la casa y a la familia, decidió seguir estudiando. «Mis padres –ha contado Aissa– decidieron que me casara mientras el resto de chicas de mi edad seguían yendo a la escuela. Entonces estaba en tercer curso. Así que rompí el esquema que habían decidido para mí: ama de casa, mujer, madre…». De modo que, no obstante la oposición de sus suegros, volvió a la escuela tras el nacimiento de su primera hija y logró terminar sus estudios. Más adelante, cansada de la violencia familiar, se fue de casa. También su conversión a la fe católica, cuando ya era adulta, fue considerada una ruptura con las tradiciones de su gente.
Junto con unas amigas Aissa fundó en Maroua, en el extremo norte del país, una asociación para combatir la violencia contra las mujeres, ayudar a las víctimas y tratar de poner fin a los matrimonios forzosos precoces, las violaciones, el abuso contra las viudas, la mutilación genital femenina y todo tipo de violencia de género. Todo un panorama que le ha costado gran esfuerzo, además de formación profesional y no pocas amenazas, incluso por parte de las familias de las mujeres socorridas. «Las situaciones de crisis, los conflictos y hasta las consecuencias del cambio climático –dice– exacerban las incidencias en la violencia contra las mujeres».
Camerún es un país muy pobre, en el puesto 151 sobre 191 por su índice de desarrollo humano; el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y tiene una elevada tasa de mortalidad, sobre todo infantil. Elevada es también la tasa de mortalidad materna debido a la escasa asistencia a las parturientas, que suelen ser muy jóvenes. Más del 25% de las mujeres tienen su primer hijo entre los 15 y los 19 años. Además de pobreza, el país sufre guerra civil en el noroeste y en el suroeste, mientras que el noreste se ve sometido a las incursiones de Boko Haram, organización terrorista que más de una vez ha raptado y sometido a grupos de chicas en edad escolar de distintos países. Precisamente a esas jóvenes víctimas dedicó su premio Aissa. «Lo que hacemos cada día –dijo en el momento de recoger el premio– es devolverle gusto a la vida», reivindicando los derechos y los poderes que las mujeres ha ido perdiendo por sufrir violencia y abusos.

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