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Me quedo aquí contigo

Isa Zaragoza


Soy maestra de Educación Infantil y actualmente estoy trabajando como monitora de comedor en un cole catalogado como de difícil desempeño. La gran mayoría de los alumnos son inmigrantes, gitanos o vienen de una tipología de familias bastante desestructuradas. Las primeras semanas fueron muy complicadas, no me aceptaban y yo los miraba con más lástima que profesionalidad. No veía la forma de poder llegar a ellos, no veía cómo iba a lograr tratar con esos niños. Poco a poco, y aún no sé de que manera exactamente, fui ganando su cariño y su respeto. A las crías las dejaba que me peinaran, que me hiciesen trenzas o peinados imposibles. Si llevaban un rotulador, me pintaban las manos o los brazos, cosa que siguen haciendo. 
Después de unas semanas así, a la vuelta de las vacaciones navideñas me percaté de que volvían más tristes y queriendo estar más tiempo solos que con los compañeros. Sin darme cuenta me vi rodeada de muchos pequeños Jesús abandonados. Y sin saber muy bien qué hacer, me sentaba al lado de ellos y les preguntaba si estaban bien, si querían hablar, pero me decían que no, que los dejase en paz, y se iban. Viendo que eso no funcionaba, me sentaba al lado de ellos en silencio diciéndoles que yo solo me quedaba ahí sentada, que si no querían hablar no pasaba nada pero que así nos hacíamos compañía un rato. Y así tenía a cuatro peques a mi lado.
Durante una semana observé que eso no les molestaba tanto y que no era tan intrusivo para ellos, y se quedaban ahí. Así pasaron unas dos semanas y otros alumnos con problemas iban viendo que el hecho de estar acompañados hacía que sus amigos estuvieran más tranquilos, por eso los que tienen problemas con el control de la ira o no son capaces de controlar sus impulsos, poco a poco también se fueron acercando y me decían: «Seño, estoy muy nervioso me quedo aquí contigo».
Para mí ha supuesto un cambio. He podido ver que a veces lo único que necesitan estos Jesús abandonados es compañía y silencio. Actualmente, los críos que tienen problemas fuera del cole, tanto a mí como a mi compañero nos piden apartarnos con ellos para poder contarnos sus problemas. Son conscientes de que no les podemos ayudar porque se sale de nuestro ámbito de actuación, pero se quedan más tranquilos y pueden irse a jugar sabiendo que hay alguien que se preocupa por ellos y con quien pueden hablar sin sentirse juzgados, pero sí escuchados.

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