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Basta que ames tal como eres

Susana Calvo


Hay momentos en que te das cuenta y tomas mayor conciencia de que la otra persona es distinta, sobre todo cuando ha habido algo que lo ha hecho patente, por ejemplo un comentario que te suena inapropiado o un hecho concreto que parece fuera de lugar. A mí me produce una sorpresa pues nunca habría llegado a las conclusiones que se ponen de manifiesto en ese comentario o ese hecho. Así que agradezco el comentario porque así voy conociendo mejor a la persona que tengo delante. 
A veces esto me ocurre con alguien muy cercano, de mi familia o del trabajo. En tales casos trato de cambiar y amoldarme a lo que creo haber entendido, con el fin de demostrar mayor amor por esa persona. Pero en ocasiones, mientras va transcurriendo el día, se producen nuevos comentarios o hechos concretos y de nuevo me doy cuenta que no ha ido bien mi cambio de actitud o mi modo de hacer las cosas, de decir, de desarrollar una idea. En un primer momento esto me provoca cierto cargo de conciencia: ¿será que no he sabido escuchar?, ¿será que no sé hacerme  uno con el otro, es decir, ponerme en su lugar? Y si la situación se perpetúa en el tiempo y empieza a pesarme, entonces la dejo en manos de Dios Padre.
Yendo dentro mí, en mi interior, entiendo que no sirve quedarme con un cargo de conciencia, sino que tengo que aprender a cada momento y, sobre todo, hacer lo que esté en mi mano. Por ejemplo, explicar cómo vivo yo las cosas o cuál es mi experiencia concreta de los mismos hechos vividos por ambas partes, pues al fin y al cabo las cosas se pueden hacer o vivir de manera distinta y no pasa nada, basta ponerlo en común. 
Un momento importante en el transcurso de esta experiencia fue una vigilia en la Peregrinación Europea de Jóvenes del verano pasado. Una noche, en medio de la oscuridad, solo había las luces de miles de móviles que se movían al ritmo de la música de adoración a Jesús eucaristía. Esa noche lloré, lloré mucho, nadie me escuchaba. Jesús mismo me rebelaba una evidencia de la que hasta ese momento no era consciente: Nunca podrás saciar a esas personas, porque por mucho que te esfuerces soy yo el único que las puede saciar. Basta que las ames tal como eres, sin pretender cambiar nada. Solo amarlas. Realmente este descubrimiento me dio una gran libertad para volver a mi vida cotidiana y acoger cualquier situación de una u otra persona por diferente que fuera.

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