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Un reto llamado identidad/2

Por Victoria Gómez - @Victoria_GomezR

Conversación con David Luque


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Un paso más sobre el tema candente de la identidad. Las cuestiones que afrontaba la primera parte de este artículo1 mostraban hasta qué punto la identidad es un proceso negociado en nuestras relaciones y con la realidad que nos rodea, y no, como a menudo sucede, un proceso de radicalización que equipara identidad con ideología, lo cual genera identidades excluyentes y contrapuestas. Somos una identidad dialogada. Nuestra identidad se forma en la relación con lo otro, con minúscula o mayúscula. Seguimos hablando con David Luque, que nos guía en otro trecho del camino hacia lo que nos hace más humanos. 
La identidad es una cuestión clave sobre la que se habla en los foros más dispares, aunque mucha gente sobrevive sin llegarse a planteársela.  
Como padres, profesores o tutores, como hermanos, primos o amigos, lo que podemos y debemos hacer es proporcionar a quienes tenemos a nuestro alrededor experiencias que les ayuden a plantearse cuestiones absolutamente decisivas en su vida, que les lleven a descubrir quiénes son o quiénes están llamados a ser. Pedagógicamente, esto se solía llevar a cabo a través del estudio de los grandes autores en la historia de la humanidad. Hoy hay una apertura a realizaciones culturales más amplias, como el cine o las series de televisión.
No digo que debamos experimentar continuamente cosas o que tengamos que estar volcados en probar absolutamente todo para llegar a definirnos, pero sí digo que hay experiencias en la vida que nos marcan en un sentido u otro. De la misma manera –es la tarea educativa por antonomasia– hay que ser capaz de educar a los estudiantes, a los jóvenes y también a los adultos para percibir cuáles pueden ser, desde un punto de vista pedagógico, esos momentos decisivos, detenerse un momento en ellos y pensar, solo pensar. Nos  decía el profesor Miguel García Baró: «Ojalá tengamos la valentía, cuando nos pregunten algo, de decir: necesito tiempo para pensarlo». Lo mismo debería suceder ante una experiencia que puede marcar la vida: «necesito pensarla». Me parece que es lo más profundo a nivel pedagógico.
 
¿Te preguntan tus alumnos sobre qué nos diferencia y qué nos caracteriza como seres humanos? 
Si algo tienen claro es que no conciben al ser humano como un ente meramente racional. Lo que les llama la atención es el mundo de las emociones y los sentimientos; es decir, lo más ingobernable y misterioso que hay en nosotros. Esa es la esfera que hay que que tocar para describir lo verdaderamente humano. Sabemos que existe una zona de oscuridad en el proceso evolutivo: no se sabe en qué momento se da el salto de lo puramente animal a lo puramente humano, pero hemos comprendido que la razón constituye al ser humano de una manera como no se da en ninguna otra especie. 
Sin embargo, somos también muchas otras cosas que sí se comparten con otros seres vivientes, como la capacidad de sentir pena, de percibir la tristeza en otros, de tener nostalgia... Me llama mucho la atención, por ejemplo, que los elefantes sean capaces de cultivar un sentimiento de pérdida y de luto yendo a sus cementerios. En definitiva, los estudiantes comprenden que solo la razón como elemento distintivo del ser humano no satisface lo que viven en su propia vida, y aspiran a educar. Les guste o no a los académicos, hay una parte de verdad en sus intuiciones y es necesario articularlo en la definición que demos sobre el ser humano. 
 
En este contexto me aventuro con una pregunta: ¿cuál era la identidad más profunda de Jesús?
Hay una forma no teológica de responderte, que es el título de una biografía escrita por John P. Meier2: Un judío marginal. ¿Jesús era judío? Sí, no podía ser cristiano; pero era un judío marginal. Respecto a la identidad más profunda de Jesús, puedo decir dos cosas a través de dos vías, una rápida y una más compleja. La vía rápida es absolutamente trinitaria, desde la perspectiva católica romana: Jesús, Hijo del Padre, Hijo porque no es Padre, Hijo porque no es Espíritu, que vive en una relación de amor íntimo con el Padre, cuyo vínculo de unión es el Espíritu –perdón por la superficialidad en este contexto–. La vía compleja y tortuosa es el proceso de autodescubrimiento del propio Jesús: él descubriendo quién era verdaderamente. Es una vía bonita y compleja, que nadie ha conseguido trazar por completo con éxito, porque el acceso que tenemos a la interioridad de Jesús es muy parcial. Llegamos a ella solo a través de autores secundarios, los evangelistas, que aunque inspirados, escriben lo que recuerdan. Sus relatos son heterogéneos, influidos unos por otros, con intencionalidades distintas, dirigiéndose a comunidades muy diferentes. De todos modos, a través de estos relatos llegamos a saber por lo menos dos cosas claramente. Una es que en Jesús se da un proceso de descubrimiento de quién de verdad es él, la otra es el proceso de descubrimiento de que iba a morir. 
 
Al final de su vida terrenal Jesús llega incluso a perder su propia identidad por amor... 
La experiencia del hambre la conocemos por quienes han sufrido hambre, y lo mismo la experiencia de la sed. En cambio, cuando hablamos de la libertad, nunca recurrimos a quienes han sido privados de ella, aunque existen testimonios eficaces. Pienso por ejemplo en el cardenal Van Thuan3, en Etty Hillesum4, Edith Stein5, Pável Florenski6 y muchos otros. Sus escritos nos revelan que a mayor cuota de privación (forzada) de la libertad, mayor es el descubrimiento de que la máxima expresión de libertad es la donación.
En un lenguaje teológico, en cambio, lo que descubrimos es que, en el momento de absoluto abandono del Hijo, hay un vaciamiento de toda su dimensión divina para dar entrada a toda su dimensión humana, que culmina en la misteriosa expresión «en tus manos encomiendo mi espíritu»7. De todo esto aprendemos que se puede llegar a sostener que verdaderamente somos cuando no somos. Es la experiencia mística del no-ser, la experiencia de renunciar a lo que uno es justamente para ser. Y ese ser supone una identificación con la voluntad absoluta y radical de lo que se percibe como voluntad de Dios, que es como decir con Dios mismo. 
 
Se deduce que la clave que permite esta profundidad, o esta cima, no es ni el deber, ni la devoción, ni la fidelidad, sino el amor.
Absolutamente sí. O el deber con amor, la devoción con amor, la fidelidad absolutamente amorosa. Este matiz es fundamental. De hecho, si borramos el atributo del amor, estamos eliminando el atributo de lo divino y también de lo humano. 
 
Este tema es complejo y elevado, pero es importante hablarlo, ya que chirría y descoloca la lógica de la identidad cuando afirma que A es igual a A.
Lo escribe también Florenski al principio de su libro La Columna y el fundamento de la verdad8: tendemos a pensar que A es igual a A; en realidad A es distinto de A y por lo tanto es B; B es distinto de C y por lo tanto es D y al final de la cadena llegaremos a afirmar que A es una apertura. 
Newman9 decía estar seguro solo de dos cosas: de que Dios existe y de que existo yo. Si Dios existe puedo existir yo; y si Dios no existe carece de necesidad que yo deba existir. Dicho esto, moviéndonos en un lenguaje más sociológico, se debe reconocer la existencia de personas que legítimamente y necesariamente creen que la religión es un invento del ser humano. De lo que no hay duda es que hoy la religión ocupa un lugar distinto del que ha ocupado milenariamente: ya no es la fuente del sentido de la vida, sino una fuente de sentido más en la vida. También en relación a la identidad, notamos que incluso personas religiosas asumen respuestas que orientan su vida no solo a partir de fuentes religiosas sino de fuentes heterogéneas, como explica Peter Berger10 en su libro Los numerosos altares de la modernidad.
 
En la vida social y política, con sus contradicciones y polarizaciones, que se acentúan en periodos electorales, se repite de manera obsesiva la palabra identidad. ¿Habría una “vacuna” para esta enfermedad? ¿Cómo deshacer el nudo que nos tiene atados a la polarización? 
Me gusta la clave que ofrece  Martha Nussbaum11 cuando habla sobre la empatía. Ella les pide a sus estudiantes, que probablemente se convertirán en futuros jueces y deberán decidir un día no solo sobre la libertad de las personas sino sobre su vida y su muerte, que lean Oliver Twist, de Charles Dickens. El postulado de Nussbaum es casi de teoría literaria, es decir: la lectura ayuda a ponerse en el lugar de otras personas de manera que, cuando se debe tomar decisiones que afectan a la vida de otras personas, se ha adquirido el hábito de ponerse en su lugar antes de decidir. Este es un principio fundamental desde el punto de vista pedagógico: no se trata de analizar en qué consiste la empatía, sino de verificar como la habituamos en nuestro comportamiento. Por tanto, no existen vacunas. Se requiere formación. La capacidad de ponerse en la piel de los otros podría erigirse como principio político, además de ser uno de los aspectos del proceso de humanización. Nussbaum lo plantea desde el punto de vista pedagógico y en contextos de radicalización y de polarización, demostrando que la empatía es un lugar político. 
 
Ya el oráculo de Delfos recitaba «conócete a ti mismo»... 
Chesterton iba un poco más allá. Decía que uno de los fines de la formación humana en cada momento del proceso de aprendizaje, no como resultado último sino como proceso (se hable de pensamiento crítico, moral, político, y se podría añadir la estética o la religión), es la alegría, como la capacidad de sentir júbilo en el corazón. Chesterton llegó incluso a afirmar que el inicio de los declives políticos es precisamente la pérdida del humor, porque impide reflexionar seriamente sobre las cuestiones complejas. 
 
 
 
 
 
 
David Luque cursó estudios en educación, en la Universidad Complutense de Madrid. Más tarde simultaneó sus estudios en teología con la redacción de una tesis doctoral sobre John Henry Newman. Ha sido visiting scholar en universidades de Irlanda, Italia y Estados Unidos. Actualmente imparte docencia en la UCM y pertenece al grupo de investigación «Cultura Cívica y Políticas Educativas». En reconocimiento a su carrera académica ha sido galardonado con los Premios Extraordinarios de Licenciatura y de Doctorado, el Premio Complutense de Humanidades y el primer Premio Nacional de Excelencia Académica en el ámbito de la educación. 
‡ https://educacion.ucm.es/david-luque-mengibar
 
 
 
 
1 El reto de la identidad/1 en conversación con David Luque. ‡ https://www.ciudadnueva.com/articulo.php?articulo=3734
2 ‡ https://www.logos.com/product/50033/un-judio-marginal-nueva-vision-del-jesus-historico
3 ‡ https://www.ciudadnueva.com/nuestrosautores/516/van-thuan
4 ‡ https://es.aleteia.org/2020/07/21/etty-hillesum-el-cielo-vive-dentro-de-mi/
5 ‡ https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19981011_edith_stein_sp.html https://smoda.elpais.com/feminismo/edith-stein-la-santa-que-pudo-haber-cambiado-la-historia-de-la-filosofia/
6 ‡ http://www.sigueme.es/autores/pavel-florenski.html
7 Lc 23, 44-46
8 Pável Florenski, prestigioso ingeniero que trabajó durante el régimen soviético en la electrificación del país. Sus ideas le condujeron a un campo de reeducación en las islas Solovki, donde fue fusilado al cabo de cinco años. Su obra La columna y el fundamento de la Verdad abre el camino a un nuevo pensamiento. Su intento de volver a llenar los dogmas de la fe con la savia de la experiencia espiritual va acompañado de un caudal de conocimiento tan inmenso que le ha valido el título de «Leonardo da Vinci ruso».  ‡ http://www.sigueme.es/libros/la-columna-y-el-fundamento-de-la-verdad.html 
9 John Henry Newman y su idea de la universidad. Sembrando las raíces de la educación superior contemporánea, ‡ https://www.youtube.com/watch?v=DiTHkzkQz6M. La influencia de John Henry Newman en la reflexión educativa del
último medio siglo, tesis doctoral de David Luque. 
10 Basándose en que la modernidad conlleva necesariamente un declive de la religión, la teoría de la secularización ha servido como paradigma para estudiar la religión, pero a la luz de la evidencia empírica ya no se sostiene. Un nuevo paradigma permitiría comprender la modernidad y la religión si aborda dos pluralismos: la coexistencia de religiones diferentes y la coexistencia de los discursos secular y religioso. ‡ http://www.sigueme.es/autores/peter-l.-berger.html  - ‡ http://www.sigueme.es/libros/los-numerosos-altares-de-la-modernidad.html
11 Martha Nussbaum ocupa la cátedra de Derecho y Ética en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago. En 2012 fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Muy interesante su «enfoque de las capacidades» con sus consecuencias educativas. ‡ https://revistas.usal.es/index.php/1130-3743/article/view/teoredu20152724570 
 
 
 
 
 




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