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articulo

Palabra de vida, abril 2009

Chiara Lubich

«Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor». (Mt 24, 42)
¿Te has dado cuenta de que en general no vives la vida, sino que la arrastras a la espera de un “después” que te traerá lo “mejor”? El hecho es que un “después-mejor” tiene que llegar, pero no es el que tú te esperas. Un instinto divino te lleva a esperar en alguien o en algo que te pueda satisfacer. Quizás piensas en un día de fiesta, en tu tiempo libre, en un encuentro especial... Pero, una vez que todo esto pasa no quedas satisfecho. Al menos plenamente. Y reanudas entonces la rutina de una existencia vivida sin convicción, siempre a la espera. La verdad es que entre los elementos que componen también tu vida hay uno del que nadie se puede escapar: es el encuentro con el Señor que viene. Esto es “ese algo mejor” al cual tiendes inconscientemente, porque estás hecho para la felicidad. Y la felicidad plena sólo Él te la puede dar. Jesús, sabiendo lo ciegos que somos tú y yo para buscarla, nos previene: «Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.» Velad. Estad atentos. Manteneos despiertos. Porque hay muchas cosas en el mundo de las que no puedes estar seguro; pero de una, ciertamente no hay duda: que un día tienes que morir. Y esto, para el cristiano significa presentarse delante de Cristo que viene. Puede ser que también tú seas como la mayoría, que se olvida de la muerte intencionadamente, a propósito. Tienes miedo de ese momento y vives como si no existiera. Con tu vida terrena, con querer arraigarte cada vez más a ella, estás diciendo: la muerte me hace temblar, por tanto no existe. Pero ese momento llegará. Porque Cristo viene ciertamente. «Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.» Con estas palabras Jesús se refiere a su venida el último día. Del mismo modo que subió al cielo entre los apóstoles, así volverá. Por otra parte, estas palabras también expresan la venida del Señor al final de la vida de cada hombre, ya que para el hombre que muere, el mundo se termina. Y como no sabes si Cristo va a venir hoy, esta noche, mañana o dentro de un año o más, tienes que vigilar. Justamente como los que están despiertos porque saben que van a venir los ladrones a desvalijar la casa, pero no saben la hora. Si Jesús viene, quiere decir que esta vida es pasajera. Y si es así, en vez de desvalorizarla, tienes que darle la máxima importancia. Tienes que prepararte para ese encuentro con una vida digna. (…) «Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor». Ciertamente es necesario que también tú vigiles. Tu vida no es sólo un pacífico sucederse de actos. Es también una lucha. Y las más variadas tentaciones, como las referidas a la sexualidad, la vanidad, el apego al dinero, la violencia son tus primeros enemigos. Si vigilas siempre, no te dejarás coger por sorpresa. Pero vigila bien el que ama. Es propio del amor el vigilar. Cuando amamos a una persona, el corazón vigila siempre esperándola, y cada minuto que pasa sin ella está en función de ella. Así hace una esposa amorosa cuando trabaja o prepara lo que le puede servir a su esposo ausente: lo hace todo pensando en él. Y cuando llega, en su alegre saludo va todo el trabajo gozoso del día. Así hace una madre cuando se toma un breve descanso mientras está cuidando a su hijo enfermo. Duerme, pero su corazón vigila. Así actúa quien ama a Jesús. Hace todo en función de Él, a quien encuentra en las más sencillas manifestaciones de su voluntad de cada momento, y a quien encontrará solemnemente el día en que venga. Es el 3 de noviembre de 1974. Concluye en Santa María, al sur de Brasil, un encuentro espiritual de 250 jóvenes. La mayor parte de ellos proviene de la ciudad de Pelotas. El primer autocar, con 45 personas, sale: muchas canciones, mucha alegría, mucho amor a Jesús. Durante el viaje algunas chicas rezan juntas los misterios dolorosos del rosario y piden a la Virgen ser fieles a Dios hasta la muerte. En una curva, por un fallo mecánico, el autocar se precipita por un barranco de unos cincuenta metros, dando tres vueltas de campana. Mueren seis chicas. Una de las supervivientes dice: “He visto la muerte de cerca, pero no he tenido miedo porque Dios estaba allí”. Otra afirma: “Cuando me di cuenta de que me podía mover, en medio de los hierros retorcidos, miré al cielo estrellado y, arrodillada entre los cuerpos de mis compañeras, recé. Dios estaba allí a nuestro lado…”. El padre de Carmen Regina, una de las víctimas, contaba que a menudo su hija decía: “Morir es precioso, papá, es irse a estar con Jesús”. «Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.» Las jóvenes de Brasil, porque amaban, vigilaban, y cuando vino el Señor fueron a su encuentro con alegría. Puntos relevantes: • No podemos ocultar la certeza de nuestra muerte, que nos pone delante del Señor. • Él nos pide que velemos para no dejarnos sorprender. Velar es propio del amor. • El que ama a Jesús, lo acoge en todas las manifestaciones de su voluntad y lo encontrará solemnemente el día de su venida. Para profundizar en los libros de Chiara Lubich: • La doctrina espiritual: «Un testamento: “Sed una familia”», p. 89; «Nadie ha valorado tanto al hombre», p. 104 (cf. Escritos Espirituales/2, p. 125); «Pensamientos de oro», p. 217 (cf. Esc. Esp./2, p. 177); «Todo ha comenzado», p. 220 (cf. Esc. Esp./1, p. 247); «Un amor que continúa», p. 223 (cf. Esc. Esp./2, p. 84); «Pensamientos: La prueba», p. 224. • Meditaciones (10ª edición): «Vigilad», p. 34; «El examen», p. 88. • El arte de amar: «Una ley universal», p. 59; «También sufrir», p. 91; «Hasta la reciprocidad del amor», p. 93; «¡Es Jesús!», p. 94. Lectura recomendada este mes: Chiara Lubich, El tiempo queda: Selección de breves meditaciones entresacadas de la obra de la autora sobre «vivir el momento presente», lo que, según la autora, simplifica la vida y nos hace ser alegres, desprendidos, libres, humildes, responsables, realistas… Nos hace ser cristianos perfectos y personas auténticas.



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