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articulo

Aprendizaje y servicio

Fabio Mazzeo

El curso 2021/2022 se ha acabado, y con él concluye también un sistema educativo que nos ha estado acompañando a lo largo de estos últimos años.


Soy consciente de que todo cambio en la ley de educación levanta ampollas, debido a lo politizado que está el asunto y a la carga ideológica que es posible leer entre líneas en algunas directrices. Por tanto, no me extraña que se alcen voces a favor y en contra del cambio, llegando a posiciones extremas difíciles de conciliar entre sí. Ninguna ley educativa se promulga sin exceso de polémica. Quizá porque los acentos se ponen más en el campo político (no jurídico) que en el propiamente educativo. 
No voy a entrar en el análisis de los elementos de esta nueva legislación, cualquier lector interesado podrá encontrar información suficiente sobre ello en internet. Sí que me atrevo a sondear las oportunidades que, en cuanto docente directamente implicado en el cambio, me ofrece la nueva ley. Porque el cambio educativo real, las mejoras pedagógicas, tiene más que ver con el carácter, vocación y compromiso de los maestros que con el espíritu y la letra de cualquier ley educativa. La LOMLOE se presenta con imperfecciones, pero los educadores vamos a tener la posibilidad de poner en marcha un nuevo estilo de formación pensando en el bien de nuestros estudiantes. Quizás parezca ingenuo este posicionamiento mío, pero el curso que viene tendré que hacerme cargo de mis estudiantes y he de ponerme al día.
Quienes, como yo, pasamos muchas horas en las aulas de secundaria, hemos podido constatar que la metodología de proporcionar conocimiento y educar a los más jóvenes necesitaba algunos cambios. Más de una vez me he planteado que se requiere una formación más en contacto con la realidad, basada en la reflexión y el sentido crítico para la acción, de modo que los jóvenes tengan posibilidad de cuestionarse sobre su sentido transcendente y sobre su aportación a la sociedad, precisamente por ese contacto más directo. 
Y me lo he planteado porque es el «mensaje» que me mandan los alumnos. En los últimos años he podido comprobar que en las clases de secundaria reina muchas veces el aburrimiento y sobrevuela la misma pregunta: ¿para qué tengo que estudiar esto si no me va a servir de nada? De hecho, lo he hablado con algunos alumnos míos de 4º de la ESO y de Bachillerato para ir a fondo con esa pregunta e intentar desentrañar con ellos las causas de ese malestar. Y así he descubierto que ellos tienen necesidad de encontrar cierto equilibrio entre el conocimiento que adquieren dentro del aula y la aportación, personal y como grupo, que pueden proporcionar a la sociedad. Un tipo de aprendizaje que llegue a dar respuesta a esa pregunta para encontrar la motivación fundamental de su formación. En definitiva, ayudarles a integrar lo estudiado en el aula con la realidad de la vida cotidiana.

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