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Internet y guerras. Globalización y fragmentación

Victoria Gómez


La invasión armada que ha estallado en el corazón de Europa y las más de veinte guerras activas en todo el mundo nos tienen consternados. Muestran herido y fragmentado un mundo que la comunicación, en especial Internet, querían tener conectado. Más aún, unido. Michele Zanzucchi conoce de primera mano estas cuestiones y nos acompaña a echar una mirada al mundo que está ante nuestros ojos, sus contradicciones y los atisbos de esperanza. 
 
La guerra que se está librando en el corazón de Europa ¿cómo cambia el mundo que Internet quería unir?
Es indiscutible que la guerra entre Rusia y Ucrania no tiene precedentes en su dimensión estrictamente digital. En tres niveles. Primero en el ámbito militar propiamente dicho, ya que los dos ejércitos luchan con armamento y sistemas de comunicación que se guían casi exclusivamente con herramientas digitales, por potentísimos algoritmos que triangulan con satélites geoestacionarios para obtener las coordenadas de la posición de los vehículos adversarios, con ojos de todo tipo capaces de detectar una aguja en el pajar ucraniano. En segundo nivel, la guerra también tiene lugar en Internet, donde los piratas informáticos atacan las plataformas digitales del adversario (ferrocarriles, bancos, correos, etc.), roban información más o menos secreta de las bases de datos de las empresas y consiguen sustraer información para perjudicar al adversario. Por último, la guerra también se libra en la opinión pública mediante la propaganda, explotando algoritmos que polarizan las opiniones, creando frentes opuestos e impidiendo una reflexión y un diálogo sanos entre bandos opuestos. Mientras que en Rusia sigue existiendo una censura real para transmitir la propaganda del régimen de Putin en los medios de comunicación, en cambio en Occidente ya no existe una censura real, salvo en casos esporádicos determinados por el secreto de cierta información militar, pero sí funciona una especie de censura de la opinión pública, por la que informaciones, vídeos, reportajes incómodos apenas son consultados por los usuarios, de modo que desaparece la información objetiva sobre la evolución del adversario. Por supuesto, todo esto lleva a explotar el poder disgregador de Internet, la tendencia a la polarización de los últimos algoritmos. Tim Barners-Lee1, padre de la World Wide Web (Red Informática Mundial), que imaginó un instrumento de cohesión universal, asiste a la perversión de su sueño inicial. Pero aún no está todo perdido.

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