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Las vacas no son todas iguales

Javier Rubio


Una de las primeras noticias que produjo la COP26 de Glasgow fue el anuncio del acuerdo para reducir las emisiones de gas metano a la atmósfera antes de 2030, un compromiso suscrito principalmente por Estados Unidos y la Unión Europea, pero no por países densamente poblados como son China, India o Rusia. Tener como objetivo el metano, dijo entonces la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, «es una de las medidas más eficaces que podemos adoptar para reducir el calentamiento global a corto plazo y mantenerlo en un grado y medio. Es la meta más fácil de alcanzar». A subrayar el «corto plazo» y el «más fácil». ¿Por qué? Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el efecto invernadero del metano representa la mitad del aumento neto en 1,5 grados de la temperatura media global desde la era preindustrial. Por lo tanto, reducir rápidamente estas emisiones sería la estrategia más eficaz para disminuir el calentamiento global en el corto plazo. 
Hablar de metano y pensar en las vacas es casi inevitable. Pero en realidad este gas, además del sector zootécnico, procede también del sector energético (petróleo, gas, carbón) de los vertederos donde se acumulan nuestros residuos, si bien en proporciones que aún no están claras. Por ello la Comisión Europea apoya el Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (UNEP) de crear un observatorio internacional sobre las emisiones de metano independiente (IMEO), a fin de monitorear los datos a nivel mundial y manejarlos con transparencia.
Mientras tanto el sector bovino es el receptor de todas las críticas, llegando a provocar en los ganaderos argentinos, por ejemplo, el temor de que «el sector se vea obligado a reducir en un 30% su ganado», como decía en un editorial la web especializada bichosdecampo.com. Entre los argumentos en favor de los ganaderos, dicho editorial cita un informe del Instituto argentino para la promoción de la carne bovina (IPCVA) en el que se puede leer: «El metano se genera en procesos biogénicos liado a los procesos circulares; es decir, lo que se emite es reincorporado por la fotosíntesis, de modo que, si la cantidad total de metano no cambia de año en año, no llega a acumularse».
No se trata de defender el consumo de carne bovina, sino de cómo ven el asunto los ganaderos. Y al respecto también merece la pena oír la voz de los pastores, pues tienen algo que decir. En el septiembre último, representantes de varias asociaciones de pastores europeas se juntaron en un pueblecito de Asturias con la intención de generar una red de organizaciones de pastoreo y cría extensiva para compartir sus problemas. Probablemente porque se sienten atacados, non dudaron en afirmar que «no todos los gases de efecto invernadero son iguales. El metano tiene una gran incidencia en el calentamiento, pero dura poco y desaparece al cabo de doce años, mientras que el CO2 prácticamente permanece para siempre. Esta diferencia es importante y requiere mediciones más precisas». Y también: «Las emisiones de los sistemas zootécnicos son muy variadas y su evaluación debería distinguir entre sistemas intensivos y extensivos. No todas las vacas son iguales». Son palabras que esconden cierta denuncia contra las macrogranjas y el maltrato animal. «Por tanto –concluían– reconocemos el imperativo de reducir las emisiones, pero es necesario un debate más en profundidad, si es que queremos alcanzar los objetivos climáticos, lo cual implica centrarse en la reducción de emisiones y al mismo tiempo afrontar cuestiones de justicia climática».

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