La salud nos concierne vitalmente, el deseo de tener buena salud es connatural a toda persona. Los antiguos romanos se encomendaban a Salus, una de sus diosas más antiguas, y no en vano el príncipe Siddharta abandonó su palacio, estupefacto al descubrir que la enfermedad, como la belleza y la muerte, es inherente a la existencia. Cuando saludamos, deseamos salud. Lo primero, pues, es mantenerse sano y salvo.