La Soledad se podría definir como un sentimiento melancólico causado principalmente por una ausencia. Quizás ha sido una experiencia común en este tiempo de pandemia. Es una vivencia fundamentalmente psicológica que puede darse en cualquier persona de cualquier edad y condición, si bien para algunas personas, como los mayores, puede ser especialmente intensa por la coincidencia de otros factores coyunturales (pérdidas de salud, de seres queridos, de economía…). Todas las personas vivimos antes o después este sentimiento de soledad y podríamos decir que es hasta cierto punto necesaria en nuestra maduración emocional evolutiva para valorar el tesoro de nuestra vida junto a otros seres humanos. No está supeditada a tener o no compañía físicamente. De hecho dicen los científicos que la soledad más intensa es aquella que se da estando rodeados de muchas personas y en circunstancias en que la sociedad nos haría sentirnos más culpables por sentirla. La soledad puede sentirla cualquier persona, hasta aquellas que nunca lo pudiéramos imaginar: personas con compañía, con familia, con salud, con recursos económicos y con grandes éxitos en su vida también pueden experimentarla, a veces profundamente. Es una vivencia interior muy profunda que no se puede simplificar con soluciones básicas, y que está llena de muchos matices existenciales (podríamos hablar de Soledad Contextual, Transitoria, Crónica, Existencial, Psicopatológica, etc.).
La soledad puede ser tremendamente dolorosa, o tremendamente inspiradora. Los grandes artistas han creado sus mejores obras a menudo en momentos de intensa soledad existencial. El centro de la cuestión muchas veces radica en si es una soledad deseada y controlable, o es una soledad no deseada e incontrolable. También si nos damos permiso para convertirla en una experiencia de aprendizaje o solo nos limitamos a soportarla pasivamente.
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