Cada año los cristianos pertenecientes a distintas Iglesias dedican un tiempo común a la oración1 para pedir juntos al Padre el don de la unidad, como desea Jesús.
Él la quiere «para que el mundo crea» (Jn 17, 21): con la unidad podemos cambiar el mundo, crear comunión, fraternidad y solidaridad. La unidad es fundamentalmente un don de Dios; por eso es indispensable pedirla al Padre con insistencia y confianza.
Es lo que hace un grupo de España que vive la Palabra de vida. Desde hace unos años se sienten empujados, precisamente en la semana de oración por la unidad de los cristianos, a pedir la gracia de la unidad y a construir puentes. Escribe Margarita: «Contactamos con el responsable diocesano de ecumenismo, con los párrocos, el sacerdote ortodoxo y los pastores evangélicos. Nos recogemos para rezar como cristianos unánimes, primero en la parroquia católica y luego en la ortodoxa. En cada ocasión nuestras iglesias se llenan de una alegría que viene de la presencia de Dios. Es Él quien abre caminos de unidad».
Para 2021, la comunidad monástica de Grandchamp2 ha propuesto como luz en este camino un lema muy eficaz tomado del Evangelio de Juan:
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