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articulo

Las mascarillas y el mito del individuo

Marina Sozzi

Todos estamos enlazados con los demás, dependemos unos de otros. El bien de uno repercute en el bien de los demás.


Durante la fase más aguda de la pandemia me crucé con una amiga mía caminando tranquila por el barrio, en una calle llena de gente y sin mascarilla. Me paré a saludarla a cierta distancia y, sin que yo le preguntara (quizás mi mirada fue elocuente), me dijo que no soportaba la mascarilla y no se la pondría sino en los lugares donde fuese obligatoria. Mucha gente ha comprendido la utilidad y el significado de usarla, pero hay personas que se siguen comportando como mi amiga. Son tantas que merece la pena preguntarse por qué lo hacen, qué mentalidad tienen. ¿Por qué unas personas que no parecen egoístas ni pasotas no entienden que la mascarilla, además de protegerlas a ellas, protegen también a los demás? Es más, defenderían su salud en la medida que protegieran la de los demás.

Creo que son personas habituadas a pensarse como «individuos», en el sentido que ha asumido este concepto en época contemporánea, es decir: sujetos libres, autónomos, independientes y con derechos. Un sujeto así se siente autónomo, o sea, libre de decidir por sí solo y capacitado para poner en riesgo o no su seguridad; se siente independiente, es decir, desligado de otros sujetos que a su vez son libres y autónomos para elegir su comportamiento; y se siente con derecho a adoptar todo comportamiento que no esté expresamente prohibido por la ley.

El individuo ha sido definido como tal en época moderna, cuando pasó de ser súbdito a ser ciudadano, saliendo así de la sujeción que comportaba el estar sometido a un soberano. Locke, Kant y otros ilustrados concedieron gran valor ético y político a esta emancipación. La idea del individuo autónomo y capaz de decidir por sí mismo ha sido la base de las constituciones liberales europeas. Y dado que comprendo el valor histórico de esta evolución, no pretendo aquí estigmatizar el individualismo occidental, sino solo señalar las exigencias de esta idea, para luego acercarme a una visión más comunitaria de la sociedad, sin dejar de reconocer los derechos individuales.

A partir del siglo XVIII, con el desarrollo del liberalismo y las transformaciones que condujeron al capitalismo, el concepto de individuo se ha ido blindando: el individuo autónomo, adulto y autosuficiente se ha convertido en el modelo del ser humano. Esta construcción conceptual se basa en ignorar una serie de condicionamientos, algunos de ellos muy fácil de identificar: la dependencia del niño respeto a sus padres en la infancia; el envejecimiento y la mortalidad; la fragilidad del cuerpo humano y la enfermedad; la necesidad de recibir cuidados; el destino colectivo que nos acomuna en cuanto habitantes del planeta.

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