«Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20, 29).
El Evangelio de Juan describe los encuentros de los apóstoles, María de Magdala y otros discípulos con Jesús Resucitado. Este se aparece varias veces con los signos de la crucifixión para volverles a abrir el corazón a la alegría y a la esperanza. En una de estas ocasiones el apóstol Tomás está ausente. Los otros, que han visto al Señor, le cuentan esta maravillosa experiencia, quizá queriendo transmitirle su misma alegría. Pero Tomás no es capaz de aceptar este testimonio indirecto; quiere ver y tocar a Jesús en persona.