La muestra ha pasado por Barcelona y Madrid y ahora llega a Zaragoza. Se exponen 217 objetos creados entre el 900 y el 300 a.C., una época donde la opulencia definió el poder económico y político de los antiguos imperios. Buena prueba de ello son las delicadas piezas de marfil y joyas, además de ornamentos de mobiliario, vidrios, cerámica y metales preciosos, junto a relieves asirios de gran tamaño, como los del famoso palacio de Nínive, así como las exquisitas piezas y miniaturas procedentes del tesoro descubierto cerca del río Oxus, que contiene objetos de oro y plata aqueménidas de la antigua Persia.

La exposición está dividida en siete ámbitos: Una era de lujo; Guerra, pillaje y tributos; La fabricación y el comercio de artículos de lujo; Aspiraciones de élite; Lujos personales; Los placeres de los sentidos; Conquista y cambio.

 

Durante miles de años, civilizaciones de todo el planeta han creado objetos que trascienden la funcionalidad. Los imperios asirio, babilónico, fenicio y persa tuvieron en común con Alejandro Magno la idea de extender su poder conquistando otros territorios. Estos imperios estaban conectados a través de miles de kilómetros entre el Mediterráneo y Asia por medio de artesanos, comerciantes y consumidores de objetos preciosos. Se puede decir que en la antigüedad fue uno de los primeros periodos de globalización del Mediterráneo y Oriente Medio, de modo que la evolución de un lugar tenía impacto en los otros.

 

Estos pueblos, si bien luchaban y competían constantemente unos contra otros, se servían de los mismos modos de ostentación para exhibir su estatus y su poder político. Debido a la demanda de materias primas, artículos de lujo y tributos, los artesanos y comerciantes fenicios establecieron, a partir del 850 a.C., una red comercial y se asentaron por todo el Mediterráneo. El nombre de Fenicia, de origen griego, procede de la palabra phoinix, que alude a un tinte púrpura que ellos utilizaban. Realizaban estos tintes mediante sustancias extraídas de diferentes especies de caracol de mar. La ciudad de Tiro era un importante centro de producción, de ahí la expresión «púrpura de Tiro». Los tejidos teñidos se han perdido pero otros objetos muestran que tenían una habilidad extraordinaria para trabajar el metal, el marfil y el vidrio.

 

El estilo artístico híbrido que los caracterizaba refleja la diversidad de influencias y de demandas de los diferentes mercados en los que se movían. Además, estos comerciantes y artesanos llevaron su propio sistema alfabético de escritura, que fue la base de los alfabetos griego, etrusco y romano, de los que derivan muchos métodos de escritura europeos modernos.

 

Llama la atención la decoración de almejas gigantes, procedentes del mar Rojo, el golfo Pérsico y el océano Índico, de finales del siglo VII y principios del siglo VI a.C. Asimismo hay que mencionar los huevos de avestruz, que se consideraban un lujo en el antiguo Oriente Medio. Su superficie pulida recuerda el marfil y se decoran con flores de loto y combates entre animales.

 

También destacan los recipientes pequeños que contenían aceites caros y ungüentos, como la Botella para aceite perfumado, realizada con franjas de pan de oro que forman capas en el interior del vidrio transparente, o el Frasco para aceite perfumado (Taykistan), con forma de pez y elaborado con una lámina de oro batida, perteneciente al tesoro del Oxus. 

 

En cuanto a las ideas artísticas y culturales griegas, incluida la lengua, se extendieron rápidamente por Oriente Medio tras las conquistas de Alejandro, y a la vez el mundo griego experimentó influencias orientales, cuando las riquezas aqueménidas llegaron al Egeo.

 

La muestra se complementa con varios vídeos que nos ayudan a conocer la forma de trabajar los principales materiales con los que se elaboraron las piezas que pueden verse en la exposición. También hay pantallas interactivas y un mapa dinámico que nos sitúa geográficamente.