Acababa el artículo anterior proponiendo un sencillo ejercicio para apreciar la belleza de otras identidades. Para optimizar la consideración de lo positivo de otros pueblos, hemos de penetrar en las raíces de la identidad, personal o colectiva, que va de la mano de la autoestima.
Las lenguas e identidades colectivas son muy delicadas y vulnerables psicológicamente. Como las individuales, como la autoestima. Más vulnerables son las identidades que no están bien asumidas o difícilmente expresadas por el individuo o el colectivo. No siguen las leyes del convencimiento desde fuera, sino que se rigen por la aspiración, el deseo, los sentimientos y las emociones hacia una identificación con unos valores, a menudo procedentes de experiencias de la infancia y por una necesidad profunda de pertenencia a un colectivo de referencia. Por lo tanto no pueden imponerse desde fuera, si bien a veces van variando cuando otras identidades se hacen atractivas por su capacidad de acoger a los sujetos.
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