Por una parte, el premio Nobel de Física este año recompensa a James Peebles, por los estudios que han permitido comprender la estructura, el origen y la evolución del universo, y por otra a Michel Mayor y Didier Queloz, por el descubrimiento del primer planeta alrededor de una estrella de tipo solar.
En 1964 dos ingenieros de la Bell Telephone, Arno Penzias y Robert Wilson, tratando de medir la calidad en los primeros sistemas de comunicación por satélite, encontraron una interferencia de origen desconocido. En principio pensaron que la causa podría estar en restos de excrementos de paloma encontrados en la antena. Sin embargo, una vez limpio y ajustado todo el sistema, la interferencia seguía existiendo. Casualmente, Penzias telefoneó a un colega radioastrónomo del MIT para hablar de otros asuntos. Durante la conversación hablaron sobre las medidas que Penzias estaba realizando. Purke (así se llamaba el colega de Penzias) le comentó que un amigo suyo había asistido a una charla de un joven físico teórico llamado James Peebles. En su charla, y en un documento que aún no había sido publicado, hablaba de la radiación que podía existir en el universo primitivo. Esta radiación quedó liberada 370.000 años después de la gran explosión (el Big Bang) que dio origen al universo. Y hoy, 13.800 millones de años después, era la radiación interferente que había sido detectada por el sistema de radiocomunicación de Penzias y Wilson.
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