Un mundo rico en minerales y recursos genéticos con aplicaciones en la industria tecnológica y biomédica se esconde en el fondo marino, cuya profundidad puede llegar hasta los once kilómetros bajo la superficie, allí donde no penetra la luz, las temperaturas son glaciares y la presión es cientos de veces más alta que la de la atmósfera. Se calcula que solo se conoce el 0,005% del suelo oceánico y eso que ya en 1874 una expedición inglesa descubrió la presencia de minerales contenidos en los llamados nódulos polimetálicos.
Un tesoro de difícil acceso
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