La mamá gallina llevaba ya casi tres semanas incubando sus huevos. Estaba cansada de tener fiebre para poder calentarlos y harta de no poder salir de paseo con sus amigas, pero sobre todo, sobre todo, estaba ansiosa por ver la carita de sus hijitos.
Un día, mientras pensaba en cómo tendría que enseñarles a comer, oyó un crujido. ¡No podía creérselo! ¡Sus hijitos estaban empezando a romper el cascarón! Uno tras otro empezaron a golpear la cáscara con su pico para poder salir.
Leer más