Convivir, cambiar y sentir que no fracasamos en el intento es un objetivo que requiere esfuerzo. Necesitamos herramientas que nos ayuden en el proceso. La relación se negocia en cada instante, en cada palabra, en cada silencio. En cada gesto hay un mensaje sobre la relación que queremos, que el otro recibe y responde.
La respuesta, haya o no acuerdo, forma parte de la relación. Conviene, pues, entrenarse en el «arte» de transformar el conflicto, ya que este es dinámico, en el sentido que puede moverse en dirección constructiva o destructiva y, por lo tanto, es frecuente que no desaparezca del todo una vez resuelto y deje «cicatrices». Este dinamismo es lo que permite que se pueda transformar en algo diferente y convertirse en parte de mi vida, y no en algo que debe ser eliminado por destructivo e indeseable. Algunos hablan de «viaje al interior del conflicto», lo cual permite transformarlo desde su raíz.