Hace unas semanas Facebook entró en conflicto con la firma Cambridge Analytica, una empresa que se dedica a sacar el perfil de los usuarios de las redes sociales. Cambridge Analytica había obtenido datos y los había sistematizado en categorías a fin de crear una enorme base de datos según preferencias, opiniones y modelos de consumo de millones de usuarios, y luego los vendió. Esta maniobra ha vuelto a atraer los focos sobre la eterna cuestión de la privacidad y el uso que hacen de nuestros datos los colosos de la comunicación digital.
Partamos de tres hechos. El primero es que la privacidad en Internet no se refiere solo a la relación con otros usuarios, sino también a la relación «vertical» con las plataformas que almacenan lo que compartimos. Por ello, más que un derecho al secreto, habría que entender la privacidad en las redes sociales como un derecho a decidir cómo y quién puede utilizar los datos que damos «voluntariamente».
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