Dialogar con el corazón abierto
Félix MercadoEl viaje del papa a Asia del 26 de noviembre al 2 de diciembre pasados nos ha dejado el abrazo a los rohinya y la oración interreligiosa con los líderes de otras religiones.
Quedarán para la historia esos minutos conclusivos de encuentro interreligioso en Bangladesh, el cuarto país del mundo en número de musulmanes, cuando Francisco dio un abrazo a 16 personas de la etnia rohinya de Myanmar. Como diría luego el Papa, representaban «el rostro de Dios entre nosotros hoy». Y representaban también a ese segmento de la humanidad (unos 250 millones de personas) que han tenido que dejar su tierra, los migrantes.
Había gran expectación en todas partes por ver cómo abordaba el Papa esta delicada cuestión en su viaje a Myanmar (antes conocido como Birmania) y Bangladesh, sin poder pronunciar esa palabra casi prohibida, rohinya, que tanto había resonado en los medios como sinónimo de pueblo perseguido y expulsado de su territorio.
Al final, Francisco lo hizo en su saludo al presidente de Bangladesh, agradeciendo al país por «el espíritu de generosidad y solidaridad que se ha manifestado claramente en su esfuerzo humanitario a favor de los refugiados que han llegado en masa» desde el vecino Myanmar. Fue el segundo día de su estancia en Dhaka, la capital.
