Al final de su Evangelio, Mateo cuenta los últimos acontecimientos de la vida terrena de Jesús. Él ha resucitado y ha llevado a cumplimiento su misión: anunciar el amor regenerador de Dios por cada criatura y volver a abrir el camino a la fraternidad en la historia de los hombres. Para Mateo, Jesús es el Dios con nosotros, el Enmanuel prometido por los profetas y esperado por el pueblo de Israel.
Antes de volver al Padre, Él reúne a los discípulos con quienes había compartido más de cerca su misión, y les encomienda que prolonguen su obra en el tiempo.
¡Una empresa ardua! Pero Jesús los tranquiliza: no los deja solos; es más, promete estar con ellos todos los días para sostenerlos, acompañarlos y animarlos hasta el fin del mundo.
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