A veces el entorno social, laboral o político provoca en nosotros desmotivación. Pero como dice el papa Francisco, no debemos enterrar nuestros talentos ni tener miedo de soñar con cosas grandes.
Edurne Aranzadi, de San Sebastián, nos asegura que aunque seguir un sueño pueda dar miedo, es lo que luego te hace feliz. El curso pasado se dio cuenta de que la carrera con la que había soñado durante mucho tiempo no le llenaba. Le entró miedo, pues ya cursaba 3º de Educación Infantil, y dudaba entre terminar o perseguir una nueva meta: un grado superior en Marketing y Publicidad. Algo totalmente diferente. Dio el paso, y ahora confiesa que «la gran felicidad» que siente le hace estar segura de que el camino que ha escogido «es el adecuado».
Según el último informe de Eurostat, los jóvenes españoles tienes dos grandes preocupaciones que coartan su motivación: la falta de oportunidades laborales por la crisis y las dificultades para independizarse y empezar a formar un proyecto de vida propio. Algo en lo que, precisamente, incide la psicóloga clínica Jenny Mejía: la importancia de darle una dirección a la vida.
El problema, como reconoce Isabel Zaragoza, de Murcia, es vivir en un entorno en el que los compañeros «a la menor dificultad, abandonan». Algo que no ha querido hacer ella. Estudia un ciclo técnico superior en Educación Infantil en Murcia, y para este nuevo año se ha propuesto trabajar duro para quedarse entre las diez primeras de su clase y así optar a una beca Erasmus de prácticas en Irlanda. Deberá enfrentarse a una situación desconocida para ella, pero asegura haber descubierto su «vocación», y eso es motivación suficiente.
Pero es que, aunque ciertamente las generaciones actuales tenemos muchas más facilidades que, por ejemplo, nuestros abuelos, nos hemos acomodado un poco. José Luis Cabezas, profesor de Psicología en la Universidad de Granada, reconoce que «los jóvenes cada vez se proponen metas más inmediatas. Algo que, pese a contribuir al desarrollo de una inteligencia más pragmática, se traduce también en un abandono temprano de aquellas metas que necesitan tiempo y esfuerzo», explica. Añade José Luis que también somos una generación «sensible a la ecología, a la paz, a la decisión participativa ciudadana, y a un mundo más social», aunque a veces no encontremos la forma de expresarlo.
«Se ha hablado de generaciones ni-ni», comenta, pero añade que «junto a ese drama laboral están los jóvenes “si-si”: que sí quieren y sí se esfuerzan». Y en cosas «que van más allá de estudiar y trabajar». Porque además de las necesidades vitales, hay otras necesidades, como las relaciones interpersonales «que aportan seguridad, sentirse valorado por los demás», etc., que los jóvenes buscan, demandan, y valoran. «Valoran el amor en sus múltiples expresiones», defiende, y esto es algo que hay que «reconocer, reforzar y dar expresión» desde la sociedad. Y precisamente porque, aunque muchos piensen lo contrario, somos una generación con ganas de contribuir a un mundo un poquito mejor, debemos escuchar el consejo del Papa Francisco y hacerlo nuestro: «Apostemos por los grandes ideales que agrandan el corazón».