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Luces largas, por favor

Manuel Morales

La maravillosa carta Lumen fidei sobre la luz de la fe, escrita «a cuatro manos», como dice el Papa Francisco, las de Benedicto y las suyas, me tiene totalmente enganchado.
La maravillosa carta Lumen fidei sobre la luz de la fe, escrita «a cuatro manos», como dice el Papa Francisco, las de Benedicto y las suyas, me tiene totalmente enganchado. Necesitamos exposiciones así: claras, sabias, razonadas… Es que está bajo sospecha la fe. Como si fuera ésta el recurso último y «el refugio para gente pusilánime». Es tremendo lo que le escribía Nietzsche a su hermana: «Si quieres alcanzar paz en el alma, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga». ¡Pues estamos listos! Como si fe y verdad fueran contrapuestas. Si a la fe no le interesa la verdad, ¿a qué sirve? Una fe sin verdad es «una bella fábula». Yo creo porque me cautiva la verdad; pero la verdad grande, la que ilumina la existencia por entero, que puedo compartir respetuosa y humildemente con cualquiera; la que no se olvida de la gran «pregunta sobre el origen de todo», la de las luces largas que alumbran el trayecto completo y la meta última del viaje. Es que puede ser suicida conducir de noche (y en “noche” viajamos) con luces cortas. Con razón dice el Papa que es la fe, como la verdad y la luz, una cuestión de supervivencia. Nuestra razón sola es corta, no llega. La gente puede preferir “su” verdad o llamar verdad sólo «lo que consigue construir y medir». La gente puede seguir temiendo que detrás de una verdad grande y común se escondan los fanatismos y los totalitarismos. Pero es que sin la verdad grande, sin las luces largas, nos estrellamos. Para perder el miedo a esa verdad grande y no engañarse ni engañar, hay un secreto: ser buena gente; poner en marcha la bondad del corazón. Porque «se cree con el corazón». Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal y opresiva. Por eso, la verdad que todos buscamos necesita del amor, como el amor necesita de la verdad. ¡Un Amor fiable! Esa es la Verdad Grande. Y esa Verdad no hace arrogantes. ¿Qué otra luz dará más consistencia a las relaciones humanas? ¿O se puede hablar de igualdad y fraternidad universal sin referencia a un Padre común? ¿Qué otra Verdad iluminará mejor la bondad de vivir juntos, la construcción de nuestras sociedades? ¿Qué otra sabiduría alumbrará mejor la dignidad de la persona humana, el amor para siempre de los esposos, el horizonte y la esperanza de niños y jóvenes? ¿Qué otra gramática enseñará mejor a respetar la naturaleza y a verla como una “morada” que cuidar y salvaguardar? ¿A qué luz aprenderemos que la unidad es superior al conflicto? Etc., etc. Por el bien de todos ¡las luces largas, por favor!



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