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articulo

Iglesia en plural

María Chiara Biagioni y Costanzo Donegana

Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe junto al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y al arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.
Saber volver a hablar de Dios al mundo contemporáneo atañe no sólo a la Iglesia de Roma, sino a todas las Iglesias cristianas, y es un compromiso coral que todos apoyan. Por eso al sínodo de los obispos sobre «la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana», que se celebró en el Vaticano del 7 al 28 de octubre pasados, asistieron delegados de otras Iglesias, algo inédito y ciertamente poco señalado en un mundo en el que las diferencias fácilmente se ven ninguneadas por la indiferencia, o son causa de competitividad y conflicto por ignorancia. Aquí, en cambio, son un signo de una Iglesia universal que quiere entrar en el corazón del ser humano de todas las latitudes, aun a costa de ir a buscarlo, como ha dicho Benedicto XVI, a ese desierto espiritual en el que a veces se halla. Con el sínodo y la celebración del 50° aniversario del Concilio Vaticano II se inauguraba también el Año de la Fe, ante la presencia del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, líder espiritual de la Comunión Anglicana. Signo evidente, pues, de que la Iglesia no puede hablar de fe, esperanza y caridad si no lo hace con «un solo corazón y una sola alma». Palabras serias las que pronunció el patriarca Bartolomé I el pasado 11 de octubre en la Plaza de San Pedro durante la ceremonia solemne de apertura del Año de la Fe: «En el actual torbellino de violencia, separación y división que se extiende cada vez más a los pueblos y las naciones, puedan servir de modelo para el mundo el amor y el deseo de armonía que aquí profesamos y la compresión que buscamos mediante el diálogo y el respeto mutuo». El Año de la Fe es para todos, y sobre todo lo es para quienes viven en Oriente Próximo, para quienes sufren a causa del hambre, de las catástrofes naturales, de las enfermedades y de la guerra. Ése es el desierto en el que con frecuencia se encuentra la humanidad, y ante el cual cualquier triunfalismo se desinfla y toda planificación fracasa. Descolocan y sorprenden las palabras que el primado anglicano Williams pronunció en la asamblea general donde también lo escuchaba el papa. Para el primado, una auténtica iniciativa de evangelización siempre será una evangelización que parte de nosotros mismos, es decir, que parte del motivo por el que nuestra fe es esencial para nosotros. Por eso –observa Williams–, se tornan cada vez más cruciales en el mundo de hoy lugares como Taizé y Bose, y «las grandes redes espirituales como San Egidio, los Focolares, Comunión y Liberación». En su intervención, Williams citó también a Chiara Lubich porque «el imperativo fundamental» de su espiritualidad es «ser una sola cosa», «una sola cosa con Cristo crucificado y abandonado; una sola cosa, por medio de Él, con el Padre; una sola cosa con todos los que han sido llamados a esta unidad y, de ese modo, una sola cosa con las necesidades más profundas del mundo». Sólo si estamos a esta altura, el Evangelio de Cristo podrá seguir siendo «irresistiblemente atractivo para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo». Sí, el sínodo de los obispos habla en plural. Los dones de uno penetran y enriquecen a los demás. Toman la palabra el primado de la Iglesia ortodoxa finlandesa, el presidente de la Conferencia de las Iglesias Europeas (KEK), el metropolita ortodoxo de Francia, el metropolita y arzobispo de Targoviste (Rumanía). Resuenan palabras como escucha, silencio, humildad, pero también se interpela a los padres sinodales para que tomen en consideración en sus reflexiones «la dimensión ecuménica de la evangelización», conscientes de que si los cristianos se desentienden unos de otros, su mensaje de amor al mundo pierde vigor y credibilidad. María Chiara Biagioni Esperanza desde el sínodo Durante el sínodo más de un obispo se ha referido al sacramento de la reconciliación en cuanto elemento de la nueva evangelización. Parece extraño, pero hay una razón: es fundamental experimentar el perdón de Dios para redescubrir su rostro misericordioso, tanto por parte de quien evangeliza como por parte de quien recibe el anuncio de la Buena Nueva del amor del Padre. La idea fue presentada durante la conferencia de prensa del día 18 de octubre y, en cuanto periodista, vi que podía aprovecharla. Mi “pecado” se traducía en una duda: ¿sirve para algo este sínodo sobre la nueva evangelización? Desde que hace treinta años la propusiera Juan Pablo II, se viene hablando de ella, y corremos el riesgo de repetir siempre las mismas ideas. ¿Merecía la pena sacar a los obispos de sus diócesis durante casi un mes, con el gasto que ello supone? Tenía preparada una pregunta en este sentido, pero el moderador no vio mi mano alzada, así que desistí. Y no porque me sintiera ignorado. La razón es que según iban hablando los obispos que daban esta conferencia de prensa, iban desmontando mis argumentos. El arzobispo de Los Ángeles dijo con convicción que ha sido una experiencia maravillosa por varias razones, entre las cuales están la constante presencia del Papa, obispo entre obispos, y poder palpar la universalidad de la Iglesia, oyendo hablar de distintas realidades de todos los rincones de la tierra a medida que se iban presentando los pasos dados para llevar a cabo la evangelización como respuesta a los problemas que son un reto para anunciar el evangelio. Y esto ha sucedido no sólo en el aula, sino que ha continuado en los coloquios personales. La celebración del 50º aniversario del Vaticano II ha reavivado la esperanza, ayudando a valorar lo que la Iglesia ha hecho hasta ahora y a reflexionar sobre las perspectivas de futuro. «Se nota en el sínodo un gran entusiasmo –afirmó el arzobispo de Kiev–. La Iglesia está inflamada por el Espíritu Santo. Se percibe el entusiasmo por anunciar la Buena Nueva». Los prelados hablan de la situación de sus Iglesias particulares y exponen con libertad los problemas que viven, como afirmó el arzobispo de Kinshasa. El sínodo abraza el mundo entero y esto permite a todos relativizar sus propios problemas. Termino con el cardenal Tong, arzobispo de Hong Kong, que resume su experiencia en el sínodo con tres palabras: «Maravilloso, difícil, posible». Maravilloso porque hay un consenso increíble en el que se pueden escuchar y encontrar hermanos de todo el mundo. Difícil porque el hedonismo y el secularismo atacan el mensaje evangélico –y se ve que otras comunidades están en la misma situación; por eso hay que unir fuerzas y dar ejemplo visible de que Cristo es felicidad y da alegría–. Posible porque hay esperanza en el futuro de la evangelización. Ante todo esto, ¿qué sentido tenía mi pregunta? Costanzo Donegana Frases destacadas Benedicto XVI: «Mucha gente se pregunta: ¿Dios es una hipótesis o no? ¿Es una realidad o no? ¿Por qué no se deja oír? “Evangelio” quiere decir: Dios ha roto su silencio, Dios ha hablado, Dios existe. Este hecho en sí mismo es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia… Dios ha hablado y ya no es el gran desconocido, sino que se ha mostrado, y eso es la salvación. Dios ya no es algo espiritual, sino que ha entrado en el mundo de los sentidos, y nuestros sentidos deben colmarse de este gusto, de esta belleza de la Palabra de Dios, que es real». Mons. Gervas Rozario, Bangladés: «Como auténticos creyentes en Jesucristo, no sólo tenemos que aprender a renunciar a los bienes materiales, sino también a apreciar la simplicidad y la humildad de los pobres, su felicidad dentro de lo poco que tienen y su solicitud por los demás». Mons. Sócrates Villegas, Filipinas: «La nueva evangelización requiere nueva humildad. El Evangelio no puede prosperar en el orgullo. Cuando el orgullo penetra en el corazón de la Iglesia, la proclamación del Evangelio se ve perjudicada. (...) La evangelización ha sido herida y sigue siendo obstaculizada por la arrogancia de sus agentes. La jerarquía tiene que evitar la arrogancia, la hipocresía y el sectarismo. Hemos de castigar a quienes de nosotros se equivoquen, en lugar de ocultar los errores. Todos somos humanos y nuestra grey es humana. (...) Nuestra experiencia en el Tercer Mundo me enseña que el Evangelio puede predicarse a quien tiene el estómago vacío, pero sólo si el estómago de quien predica está tan vacío como el de sus parroquianos». Mons. Olivier Schmitthaeusler, Camboya: «¿Cómo será la Iglesia, sacramento de Cristo en el mundo, para una nueva evangelización en acto y verdad? Una Iglesia que llega al corazón, una Iglesia sencilla, una Iglesia acogedora, una Iglesia orante y una Iglesia alegre». Mons. Sebastián Francis Shaw, Pakistán: «No obstante que el fundamentalismo religioso represente un reto para nuestra fe católica en Pakistán, gracias al diálogo interreligioso, invitamos a los estudiosos musulmanes, a la sociedad civil y a otras minorías religiosas a trabajar por una sociedad armoniosa en la que todos los pakistaníes puedan vivir los valores religiosos que profesamos juntos, como la justicia, la paz, el respeto por el medio ambiente y el buen gobierno, amándonos y ayudándonos mutuamente». Mons. William Slattery, Sudáfrica: «Para tratar con los medios modernos de comunicación, valoro la política adoptada por la Iglesia en Inglaterra antes de la visita papal, cuando seleccionó cuidadosamente y formó a jóvenes inteligentes para defender y explicar su fe. Una atractiva y joven doctora es mucho más eficaz en los medios proponiendo cuestiones médicas que un anciano obispo célibe». Los Focolares y la nueva evangelización Síntesis del la intervención de María Voce en el sínodo de los obispos, el 17 de octubre. El Movimiento de los Focolares, que está presente en 194 países de los cinco continentes, en los más variados estratos de la población, de todas las edades, en ámbitos religiosos y laicos, y a menudo en zonas de frontera, se ha comprometido con nuevo empuje y ardor en la evangelización al lado de toda la Iglesia. Convencido de la importancia de ser evangelizado para evangelizar, cuida la formación de sus miembros para que puedan ser luz, levadura y sal. «Células de ambiente» formadas por dos o más en un mismo lugar, llevan la presencia del Resucitado por todas partes: al barrio, a las fábricas, a los despachos de la administración pública, a los hospitales, a las escuelas, a las universidades… A nivel territorial, las «comunidades locales» hacen visible las relaciones de fraternidad que suscita el Evangelio. Dado su específico carisma, que es el de la unidad que invocó Jesús en su testamento (Jn 17, 21), el Movimiento prefiere las formas colectivas de dar testimonio, como las jornadas y encuentros internacionales, las Mariápolis y las ciudadelas, donde la ley de sus habitantes es el mandamiento nuevo. También se sirve de la prensa, como Ciudad Nueva, de los nuevos medios de comunicación y de las redes sociales. Un cauce privilegiado es el de los diálogos: el ecuménico, el interreligioso, con quienes no se reconocen en ninguna convicción religiosa y con la cultura contemporánea, en donde el Movimiento ofrece su aportación para iluminar con la luz cristiana los distintos ámbitos culturales de la sociedad.



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