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MEDICINA: Ojo con lo que se dice

Victoria Ciprián

Todos hemos oído hablar en alguna ocasión del «efecto placebo», es decir, ese fenómeno que se produce cuando a un paciente se le suministra algo que se parece a un medicamento, pero que en realidad no lo es, y eso es suficiente para que se sienta mejor.
Sin embargo, quizá sea menos conocido por el común de los mortales el «efecto nocebo». Este otro fenómeno se produce cuando a un paciente se le comunica un diagnóstico negativo, ya sea acertado o erróneo, y eso le produce una auténtica desesperación. No se trata sólo de que lo que se le dice al enfermo incide en su estado de ánimo, que puede estar más o menos inclinado a mantener un buen humor, sino que en algunos casos, sin duda extremos, ha llegado a provocar graves consecuencias. Ha habido algunos casos raros en los que el paciente ha muerto después de haberle diagnosticado un tumor que al final resultó que no existía. Pensemos en esos prospectos que acompañan a todas las medicinas y que por lo general contienen una lista de efectos colaterales. En muchas ocasiones, el paciente empieza a notar esos efectos justo después de haber leído el prospecto. Algunos experimentos al respecto han puesto de manifiesto que esto es realmente así. Uno de estos experimentos consistió en suministrar a un grupo de voluntarios un verdadero antimigrañoso y a otro grupo un falso fármaco. A unos y otros se les explicó en detalle los efectos secundarios que podría tener el fármaco, como náuseas y vómitos. Pues bien, justo eso es lo que sufrió el 40% de los que habían tomado el falso medicamento. También pensemos, por otra parte, en lo importante que es ese momento en que un médico le comunica a un paciente la gravedad de la enfermedad que padece y las previsiones sobre la evolución de la enfermedad. Los médicos deberían plantearse muy seriamente cómo tienen que transmitir las malas noticias a sus pacientes, o al menos eso es lo que piensan no pocos psicólogos. Será por eso que en algunos hospitales se llevan a cabo cursos sobre comunicación en el ámbito medico. La verdad es que es una situación bastante delicada la que afronta un médico cuando se ve en la coyuntura de tener que comunicarle a un enfermo un diagnóstico fatal. ¿Se lo dice todo o no? ¿Se lo dice directamente al paciente o es mejor empezar por sus familiares? No es fácil. Ahora bien, hay quien opta por una tercera posibilidad, que es revelarle al paciente tanta verdad cuanta él esté preparado a asimilar en ese momento. Se trata de un procedimiento más complejo y trabajoso, pues presupone haber escuchado atentamente al enfermo, y todos sabemos el poco tiempo y espacio que hoy en día se reserva a esa relación entre el médico y el paciente. Pero esa relación nunca podrá ser sustituida por algo instrumental, como son los medicamentos y los aparatos, por costosos y sofisticados que éstos sean. La vida de un enfermo puede verse acortada no sólo por los actos, sino también por las palabras y las maneras del médico. Una máxima similar a ésta aparece recogida en el primer código ético de la American Medical Association, que data de 1847. Y si la vida del enfermo puede verse acortada, también podrá verse alargada, es decir, acompañada hasta que se apague naturalmente.



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